El mayor de los desafíos de la presente gestión gubernamental es el de la reconstrucción moral de la sociedad dominicana.
Años de gobiernos que no poseían ningún criterio de conducta, han enquistado en la mente de los ciudadanos que los políticos no tienen moral, que el poder es para usarlo y que si usted llegó “resuelva su vida”.
Eso explica la suspicacia, en por lo menos tres situaciones de los últimos días.
La primera de ellas, fue la relativa al Instituto Nacional de Cáncer Rosa Emilia Tavares (INCART), en que se daba por sentado que el mismo iba a ser privatizado, entiéndase privatizar = se lo van a coger. Lo cierto fue que la respuesta del presidente de la república fue tajante: “no sé de donde han sacado eso”.
La segunda, fue con la conformación de la Junta Central Electoral (JCE), mientras la política tradicional ordena poner tus fichas en esas posiciones, una vez más el presidente de la república asegura que la misma será conformada con personas independientes, y lo cito: “como demanda la sociedad”.
El tercer caso, es con la información del funcionario del Ministerio de Salud separado de sus filas por actos reñidos con la ley. Cuestionado en ese sentido, el jefe de estado respondió: “este gobierno tendrá cero tolerancia con la corrupción”.
¿Cuál es la relevancia de estas respuestas del primer mandatario de la nación?
Las masas siempre miran a aquellos que están en posiciones de poder o influencia para moldear sus conductas.
En el primer caso con el INCART, se envía el mensaje de que el gobierno no se desprenderá de un hospital que es visitado por aquellos que carecen de recursos. Con ello se ilustra el valor de la compasión.
En el segundo caso con la JCE, se prioriza el interés de imparcialidad del principal órgano electoral sobre la conveniencia del momento. El mensaje que se envía es que lo importante es la institucionalidad.
En el tercer caso, la sanción de un funcionario público por faltas cometidas en su accionar, lleva a la acción la promesa de mantener un gobierno ético, apegado a las normas y buenas costumbres. Un gobierno de gente decente y honesta.
Así pues, poco a poco y con hechos, no palabras, los ciudadanos comienzan a ver que los políticos no son todos sinvergüenzas ladrones, que las promesas hechas en campaña son cumplidas, y que la cosa pública es respetada y tratada como lo que es, propiedad del pueblo dominicano.
¿Lo mejor de todo esto?, se va reconstruyendo la moral de la sociedad.