De qué le sirvió al “Benefactor y Padre de la Patria Nueva” sus ensalzamientos idólatras, si ninguno de ellos impediría que en su ruta hacia la “Provincia Trujillo” (San Cristóbal), este terminara ajusticiado, revelando en el acto su naturaleza humana.
Cuando un individuo posee cierto poder dentro de la sociedad, ya sea, político, militar, económico, social o cultural y no se permite usar esa influencia para beneficiar a los demás y dar ejemplo de superación y respeto a las normas, indudablemente que esa conducta es errónea.
Ningún país puede darse el lujo de que dentro de sus poderes públicos e instituciones pululen sujetos que por el tiempo en que ocuparon o estén desempeñando alguna función, quieran sentir que están por encima del bien y del mal, y que por el hecho de ser un “privilegiado” de la vida “institucional” de nuestra época, crean que estén revestidos de impunidad.
La percepción es que la justicia no sanciona al influyente, y es más, en la psiquis de algunos, el sometimiento judicial a un legislador, alcalde o regidor, constituye una aberración que se justifica con “persecución o retaliación política”.
Miremos hacia Guatemala y el supuesto escándalo aduanero que se ha destapado en ese país, en donde la propia vicepresidenta renunció de su cargo para colaborar con las investigaciones.
Por el contrario, la mayoría de las veces, personajes de poder en RD, caen en un cólera, hasta por el hecho de recibir una multa de tránsito.
Cuando el grande se somete a las normativas de conductas y enfrenta sus errores no hay excusas para que los demás no hagan lo mismo. Parte de la violencia que hoy nos arropa se debe a que el delincuente ya no le tiene miedo a las instituciones del orden, ni al ministerio público.
Problemas como la delincuencia, la falta de autoridad y la desigualdad en todas sus características, podrán frenarse, cuando muchos de los que están en eminencia entiendan que el poder cuando es mal asimilado enloquece, a tal grado que se les olvida que gobernantes y gobernados estamos sujetos a la misma naturaleza humana, que no importa el título que usted tenga o haya poseído, algún día partirá sin ellos y la mejor herencia sería realizar una labor de servicio idónea que contribuya al fortalecimiento de las instituciones.