Hace poco buscaba datos biográficos de Flavio Suero, aquel joven emepedeísta abatido en febrero de 1969, y decidí procurarlos con la organización estudiantil que lleva por nombre el de ese mártir.
Entonces me enteré que el Frente Estudiantil Flavio Suero –Feflas- no tiene una biografía oficial de Flavio Suero. No me sorprendió, porque aunque se trata de una organización formalmente sin partido, el Feflas ha estado siempre vinculado al movimiento de izquierda.
Al parecer la cercanía le transfirió uno de los vicios tradicionales de esa izquierda, la subestimación de la importancia de la historia, el menosprecio al patrimonio histórico que ella misma ha acumulado en décadas largas de afanes por su causa.
Creyente acérrimo de que el futuro pertenece a la izquierda, también sostengo que para cumplir a cabalidad su papel, esta necesita revisarse a la luz de su propia experiencia, y darle el valor al rico patrimonio histórico que ella posee.
En el caso del Feflas, basta considerar algunas razones. Ese grupo nació al calor de una jornada de lucha estudiantil ya legendaria, la demanda del medio millón para la Universidad; surgió además al influjo del martirio del personaje que dicho grupo ha sostenido como emblema y con una gloria como Amín Abel Hasbún entre sus inspiradores.
El Feflas ha vivido ya más de cuarenta y cinco años y eso por sí solo es una hazaña en este país de instituciones pasajeras.
Y si ha perdurado ha sido porque el Feflas es algo más que las movilizaciones en que ha tomado parte; porque en su haber hay aportes reales a los estudiantes y a la academia.
Porque por sus filas han pasado sucesivas generaciones de universitarios y hoy, en centros de salud, en altas posiciones públicas, en oficinas de ingenieros, en funciones técnicas, en medios de comunicación, no es raro encontrarse con un o una profesional de antigua militancia feflista.
Y a todos o casi todos los identifica el orgullo con que refieren esa parte de su pasado. El Feflas, como el grupo Fragua, es también un sentimiento de pertenencia.
Siendo así, me atrevo a sugerirles a los actuales feflistas que reparen un error, hoy más que nunca, inexcusable, y escriban esa historia, y le entreguen a la juventud estudiantil de hoy y de mañana una experiencia digna de conocerse, rica en lecciones y enseñanzas provechosas.