El béisbol profesional dominicano debe tener un antes y un después tras la medida adoptada este fin de semana por la gerencia de los Gigantes del Cibao, al aplicar una sanción disciplinaria a cuatro jugadores que, violando reglas y leyes no escritas, parrandeaban hasta más no poder horas antes de afrontar un serio compromiso competitivo.
Que los jugadores se den sus “jumazos” no es nada nuevo, porque desde el mismo inicio del béisbol profesional con luces en 1955, y desde siempre, escuchaba a los cronistas más veteranos, hoy casi todos fallecidos, que los peloteros permanecían en tugurios de mala muerte, ubicados en las cercanía de los estadios, minutos antes de iniciarse los partidos.
El béisbol de hoy es distinto al pasado, debido a extraordinarios compromisos profesionales y comerciales que se asumen para el desarrollo de este espectáculo, que se ha constituido en uno de los negocios más rentables, si se hace la relación inversión-ganancias.
Por eso, la lección que dieron los Gigantes, aunque a las pocas horas desistieron, debe ser una amonestación moral, en especial para aquellos que, como Maikel Franco, son estables en Grandes Ligas y, por lo tanto, deben constituirse en líderes dentro y fuera del terreno de juego.
Otro caso llamativo fue el involucramiento en esa acción de Moisés Sierra, jugador con una alta estima entre los fanáticos y la organización.
El simple hecho de ofrecer una conferencia de prensa y tener la necesidad de pedir disculpas a fanáticos, compañeros y ejecutivos, es una lección histórica, pero que no debe repetirse jamás.
La pelota es una profesión que paga millones a sus “obreros”, por lo tanto, la ética debe ser un factor fundamental para un buen funcionamiento de un espectáculo que siempre cuenta con el respaldo del soberano.
RADARES.- Continúa el silencio sepulcral de quienes tienen que velar por el cumplimiento irrestricto de las leyes y la Constitución de la República. ¡Qué bueno es así!