Desde los tiempos primitivos las sociedades han tenido la necesidad, como dejó establecido el brillante escritor español Francisco Umbral, de contar con sus “totems” y sus cuerpos gloriosos, elementos referenciales que marcan pautas y tendencias.
Las artes, el deporte, la literatura, la ciencia, la política, la religión, la milicia son fuentes proveedoras de ídolos que hacemos nuestros en un marco de heroicidad cotidiana.
Es que cada uno de nosotros construye internamente su propia Iliada, su épica, sin la cual la vida tendría poco sentido. Siempre llevaremos la guerra civil en el corazón y el ciclón en una botella de nuestro filósofo Federico Henríquez Gratereaux.
La convención social selecciona a sus referentes en función de sus características intrínsecas y necesidades coyunturales. El “totem” es una fotografía perfecta de la sociedad que lo crea, sustenta y le confiere sentido.
Me aterra pensar que Quirino, un criminal internacional, devenga de pronto en el cuerpo glorioso de una sociedad sin referentes éticos, socavada por una élite política pragmática, que ha hecho de los valores un escenario convulso en el que todo se confunde.
Quirino y su llegada misteriosa, fascinante para entes retorcidos; terrorífica para quienes alimentaron el monstruo y alguna vez se amamantaron en sus tetas prodigiosas, representan el fracaso del sistema político y plantean la necesidad de su reinvención.
Instrumento o no de poderes externos e internos, daga preferida para la retaliación y herir de muerte a determinadas aspiraciones, lo cierto es que el padrinazgo político del capo fue complejo en tanto fuente en la que muchos abrevaron para proyectarse y sostenerse políticamente.
Andan muy de capa caída la práctica política y la misma sociedad si un narco que abrió surcos de sangre y dañó irreparablemente a mucha gente y al Estado se convierte ahora en una narrativa contagiosa, en figura venerada o espada justiciera.
De cualquier modo y desde sus múltiples ángulos, Quirino representa toda la dimensión del asco del ejercicio político y del fallo institucional que nos sacude.