Mi visita a Radio Habana Cuba

Mi visita a Radio Habana Cuba

Mi visita a Radio Habana Cuba

Rafael Chaljub Mejìa

Aún en plena dictadura de Trujillo, ya yo escuchaba las emisoras de Cuba. Entraban con mucha nitidez durante la noche en la zona del nordeste de donde soy oriundo y, en las muy contadas casas donde había radio, la gente se congregaba a oír a Radio Progreso, Radio Salas, CMQ y otras radioemisoras.

La música y los cantantes, las novelas, los dramas que terminaban siempre en algunas décimas cantadas, eran muy divertidos y los campesinos las disfrutábamos con muchísimo entusiasmo.

A veces y muy a escondidas, algunos oíamos Radio Rebelde o algún programa producido por los exiliados antitrujillistas.

Triunfó la revolución en 1959, salió al aire Radio Habana Cuba y ya con la tiranía trujillista liquidada, las transmisiones de esa combativa emisora se convirtieron en poco menos que una adicción para un importante núcleo de jóvenes de mi campo.

Los noticieros, las secciones como aquella titulada Frente a la Agresión Cuba Responde, con comentarios leídos a dos voces por unos locutores de voz enérgica y bien timbrada. Las canciones de Carlos Puebla y sus Tradicionales, los discursos de Fidel, me atraían como un imán y especialmente en la mañana, cuando regresaba del corral donde ordeñaba las vacas junto a mi padre, me ponía en sintonía y con el radio en el centro, en el patio de mi casa paterna, escuchaba y le explicaba a la gente los ideales revolucionarios que Radio Habana propagaba. Aprendían ellos y aprendía yo. Si como he dicho tantas veces la Revolución cubana me hizo revolucionario, Radio Habana Cuba me enseñó muchas lecciones que nunca dejaré de agradecer. Siempre anhelaba conocerla.

En febrero pasado colmé mi anhelo. La conocí, y más aún, hablé por sus micrófonos como invitado. Siempre me imaginé una cabina imponente, espaciosa, lujosamente equipada.

Comprobé con sorpresa que aquellos mensajes que llegaban al mundo y levantaban el amor a la libertad y el espíritu revolucionario a hombres y mujeres de los cinco continentes, salían de una pequeña cabina, similar a la de cualquiera de las emisoras más modestas de nuestro país.

Pero desde allí, Cuba y la verdad le han hablado al mundo. Por sus micrófonos le di las gracias a mi vieja escuela, que ahora me enseñaba otra lección, la del poder de las ideas nobles y de palabra esgrimida con razón y con valor, aunque salga del seno de una cueva.



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