Santo Domingo.- Una mirada cargada de vergüenza y sensibilidad acompaña a María Fermín «La Mary» (nombre ficticio) como la llaman sus clientes y compañeras a esta mujer, madre de seis hijos, que desempeña uno de los oficios más antiguos de la humanidad.
Con la noche como testigo, La Mary trabaja en el Centro de los Héroes, la antigua Feria, específicamente en los alrededores de «La Bolita del Mundo», una especie de «Zona Rosa» frente a frente la Suprema Corte de Justicia y a menos de 150 metros del honorable Congreso Nacional, y donde se siente la brisa del Mar Caribe.
Los tacones andan al ritmo de sus caderas, el pintalabios rojo, el perfume chillón y las lentejuelas de sus pocas ropas, son cómplices a la hora de resaltar sus atributos sexuales y así poder llevar el pan de cada día a sus seis vástagos.
Sueños que se desvanecen con el tiempo
Con más de 30 años de experiencia en la Bolita del Mundo, «La Mary» cuenta que sus sueños se desvanecieron en el tiempo, quedaron atrapados entre esas calles, entre los carros de los clientes o debajo de los almendros de una de las zonas rosas no declaradas más famosas que hay en la ciudad.
“Yo quiero ser modista, amo eso. Toda mi vida he soñado con ser una grande modista y tener mi propio taller, tengo un estilo único, dijo entre risas, pero la vida me tiene aquí en esta esquina desde los 19 años», expresó Mary con palabras entrecortadas, con una esperanza lejana de que algún día -no sabe cuándo- pueda alcanzar su meta, esa que no le puede contar a ninguno de los parroquianos que la ven como un objeto sexual carente de aspiraciones.
María trabaja desde hace tres décadas en este oficio y siempre lo ha hecho aquí en la «Bolita del Mundo», una escultura mandada a hacer por el tirano Rafael Leonidas Trujillo para conmemorar el 25 aniversario de su ascenso al poder, y a cuyos alrededores están las sedes de algunas de las más importantes instituciones del país, como la Suprema Corte, la Procuraduría General, el Ministerio de Trabajo, la CDEEE, el Indrhi, Pasaportes y la Alcaldía de Santo Domingo, entre otros.
Aunque todavía La Mary no cuenta entre su lista de clientes a ningún diputado, senador o magistrado, como sí afirman algunas de sus compañeras, dice estar satisfecha por la afluencia de clientes.
«Hay días en que una pica hasta tres mil pesos en una noche, y hay días en que uno se va en blanco», expresa Mary con la misma normalidad con que habla un comerciante sobre el flujo de clientes a su negocio.
Precios variados
Los precios por cada servicio varían desde 200 pesos hasta 500, depende del cliente y de donde se vaya a hacer.
«Por ejemplo, si es ahí mismo, dentro del carro, son 500 pesos», explicó.
Ya no hay chulos
Las prostitutas del Centro de los Héroes ya no necesitan a los chulos, como los cueros de antes. Ahora, son las administradora de sus negocios.
«Ya yo no le doy mis cuartos a ningún hombre. Ahora bien, si yo tengo un chulo, ya es porque yo quiero, nadie me está obligando», dijo una de las compañeras de oficio de Mary.
Los policías, a veces aliados, a veces obstáculos
De acuerdo con el relato de Mary y otras trabajadoras sexuales, con frecuencia los policías que patrullan en la zona las asedian a ellas y a sus clientes, llegando en ocasiones a detenerlos y chantajearlos.
«La Policía casi no se mete tanto con nosotras, pero si con los clientes. Ellos quieren que les den «cuarto» y nos amenazan para que uno les de los chelitos», dice Mary, pero a seguidas aclara que esto no ocurre siempre.
Dijo que en una ocasión la agarraron «con la masa en la mano», y se la llevaron a ella y al cliente. Después de un par de vueltas a ella la soltaron, no sin antes revisarle la cartera y sacarle los únicos 20 pesos que tenía. Al hombre lo dejaron ir porque no tenía dinero.
Su sueño sigue siendo ser modista, pero la única profesión que ha ejercido es la de prostituta, oficio con el cual ha mantenido a sus hijos.
«Algún día yo voy a dejar esto, si Dios quiere», dijo Mary amablemente, mientras se alejaba para atender a un nuevo cliente.