En la Rue du Repos está el cementerio PéreLachaise, situado en el lado este de la ciudad. Mientras lo contemplo, reconozco que es un santuario, avituallado con pequeñas esculturas sobre las tumbas, con “la peculiaridad de que muchos parisinos lo utilizan como si fuera un precioso parque”.
Aunque he venido a meditar sobre los sangrientos sucesos de la Comuna de París frente a la pared que tiene inscrita la lápida (esta se puede encontrar cerca de Mur des Fédérés, en el número 16 en la División Número 20 o desde otro ángulo en la rue Des Rondeaux, División 77) registrada en la semana del 21 hasta el 28 de mayo de 1871, he hecho una parada en los sepulcros de grandes figuras de la cultura secular, los que me he encontrado en medio del camino: Federico Chopin, Moliere, Edith Piaf, nuestro nobel latinoamericano Miguel Ángel Asturias (Guatemala).
La gente con la que me topé en sus calles empedradas, al parecersolo se interesaba por la figura de Jim Morrison, el rockero enterrado el 7 de julio de 1971, a causa de un paro cardíaco.
Es bueno discutir hoy los aspectos negativos y positivos de los cementerios. Sirve para rescatar la muerte del horror y de la carencia de significado.
Nada más triste que eso.
Nada más antropológico y patriótico que tratar sobre cuál es el lugar de los cementerios. Pensemos, por ejemplo, en qué es lo que haremos con nuestro cementerio de la avenida Independencia, ¿cuántas personalidades de nuestra historia están allí?
Pero en general, en cualquier cementerio, la muerte demanda no ser evadida, sino convertirse en parte de la necesidad con el que la cultura alivia su carga, rescata su propia historia.
Los muertos de París tienen, en ese sentido, muchos significados; el más ostensible de ellos es no negar la muerte, dejarle acceder a que la muerte no esté libre de la conciencia nacional. Muy lejos de allí, en esta pequeña ciudad de Santo Domingo, el asunto de los camposantos ha tornado a otro rumbo.
Las únicas noticias de los cementerios, al parecer, son las de figuras prominentes y de terribles asesinatos. Porque los muertos hablan, y porque toda furia y arbitrariedad que hagamos en la vida social (el atropello del fuerte frente al débil) va a reflejarse en los cementerios. El balance final que supuso la Comuna de París fue de unos 10,000 muertos.
Ahora que celebraremos el día de los fieles difuntos, decimos que vamos a recordar a los muertos, pero el entierro es un rito social que por excelencia beneficia a los vivos (sic).
Creo que este artículo podría cambiar algunas de las preocupaciones citadas arriba, antes que alguien sugiera que los cementerios también están en crisis.
Abogamos porque los cementerios no sigan siendo lugares despojados en los que la gente pueda fijar la mente en el hecho de la muerte, de responder a ella, frente al osario; sino de modelar otras conductas, y otros valores que resalten lo espiritual de nuestra cultura.