El lema del periódico donde me formé, que hoy es muy distinto a lo que fue, era el versículo “y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan, 8:31, 32), que curiosamente es también el de la CIA.
La fuerza liberadora de la verdad, empero, siempre es controlada, limitada, bloqueada o temida por quienes detentan algún poder derivado de verdades reveladas, dogmáticas o dizque inatacables ni siquiera por la duda científica. Al final de día, “eppur si muove”, todo es mejor comprendido bajo la deslumbrante luz de la verdad, sustentada por la ciencia y no por sensiblerías pueriles.
Por eso, desde que en 2006 pruebas de ADN confirmaron que los restos del Almirante de la Mar Océana enterrados en la Catedral de Sevilla son auténticos, los dominicanos debimos acceder a que los despojos que poseemos del Descubridor, depositados en su Faro, sean también examinados.
Puede que, como creemos muchos, sus cenizas estén repartidas; como puede que no. La certeza científica siempre supera las dudas o las creencias mal fundadas.