“Yimi, ¿verdad que mandaste a decir que la universidad se mantenga abierta?”.
Este fragmento forma parte de una conversación telefónica que sostuvieron el rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y el presidente de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED), Yimi Zapata, en medio de los disturbios que se produjeron en esa academia; luego del apresamiento del “líder estudiantil”, acusado de estafa y asociación de malhechores por parte de la Fiscalía del Distrito Nacional.
El audio se hizo viral en las redes sociales y en algunos medios masivos de comunicación, sin que nadie lo desmintiera.
Ante la certeza del mismo, habría que repensar el rol de la UASD y de la contribución que debe hacer al desarrollo de la República Dominicana.
Resulta rutina el hecho de que el juez de la Oficina de Atención Permanente del Distrito Nacional, Alejandro Vargas, les conozca la medida de coerción a Zapata y otros, tras la acusación de falsificación y estafa en contra de varios estudiantes que viajaron a Estados Unidos como parte del Programa Modelo de las Naciones Unidas.
Sin embargo, lo que no se puede tomar a la ligera es el pobre desempeño de las autoridades del centro de estudios superiores del Estado, que han permitido que se convierta en una especie de “res derelictae”, es decir, una cosa abandonada por su primer propietario y dejada para que otro la tome a su antojo.
En mi condición de uasdiano me apena mucho que la institución haya sido tomada por un reducido grupo que prácticamente la ha destruido, llevándola a una situación de vergüenza.
Tengo la suficiente calidad moral para hablar porque de sus aulas me titulé de la licenciatura en Comunicación Social y de la maestría en Ciencias Políticas, Democracia y Participación Social.
Hoy no se puede decir nada del orgullo que representaba referirse a la filosofía y la esencia de la UASD, como fuentes de engrandecimiento del espíritu; a sabiendas de que representaban la base para la creación de la masa crítica que demanda la República Dominicana para encaminarse a la construcción de una sociedad verdaderamente progresista, justa, solidaria y democrática.
En la actual coyuntura, requiere con urgencia de una transformación general que posibilite una enseñanza de calidad mediante el egreso de profesionales competentes en las diversas áreas del conocimiento.
Esa constituye la manera de que el país se coloque en condiciones de ser competitivo en un mundo globalizado.
Resulta innegable que el país necesita avanzar hacia el desarrollo de la modernidad e insertarse en la sociedad digital y del conocimiento, pero sobre todo en la era del desarrollo científico y tecnológico que demandan estos nuevos tiempos.
La calidad de la educación es un propósito en construcción permanente para sociedades como la nuestra, en procura de que responda a la demanda del presente y el futuro respecto al egreso de buenos profesionales.
La pregunta obligada es, ¿qué papel juega la UASD en este esquema para el desarrollo nacional? Nadie podría responder con optimismo ante una situación de “folie” colectiva, una locura inexplicable frente a los grandes desafíos que implican afrontar exitosamente la Estrategia Nacional de Desarrollo.
Hay que rescatar a esa academia del estado “res derelictae”, a fin de que retorne al servicio de su legítimo dueño, que es el pueblo dominicano, extirpando la claque que se ha entronizado en ella, doblegando a la colectividad.
De no lograrlo, los Yimi Zapata serían sus próximos rectores.