La lengua en los jóvenes: cultura digital

La lengua en los jóvenes: cultura digital

La lengua en los jóvenes: cultura digital

José Mármol

La lengua es la materia prima y el fin ulterior de la obra literaria. Se escribe desde, por y para la lengua misma y su impacto en la cultura y el conocimiento.

Adentrarse en una novela, un cuento, un ensayo, un poema, un drama, en fin, significa penetrar las entrañas de una sociedad, una cultura, una época, un estadio de la misma lengua y la forma de pensar e imaginar de un individuo que ha sido el autor de la obra. La creación literaria tiene en la lengua, como materia prima, una entidad viva, cambiante, evolutiva.

Es por ello que la imaginación literaria reta siempre la relativa rigidez de los estadios descriptivos de una lengua, y a veces, muy a su pesar, le incorpora nuevas palabras, nuevos giros expresivos, nuevos sonidos y nuevos sentidos, para hacerla más abarcadora en su relación con el mundo concreto y más rica en su propio acervo y su linaje cultural.

En la cultura y la sociedad mundializadas estamos compelidos a cuidar y defender nuestra lengua de las amenazas de sus propios procesos degenerativos, del impacto indiscriminado, un hecho casi inevitable, de lenguas foráneas dominantes comercialmente, y de la fragmentación propia de los códigos tecnológicos.

No podemos cerrarla a cal y canto, pues, el comercio y la cultura planetarios destrozarían ese vano intento.

Pero, sí debemos mantenerla fresca, viva en sus esencias y sus raíces, aunque se abra cada vez más al intercambio con las demás lenguas del mundo, y aprenda de ellas, y de esa forma nos permita enriquecernos lingüística y espiritualmente. Sin embargo, debemos mantenernos vigilantes ante las agresiones que la vertiginosidad de los artefactos o dispositivos tecnológicos dirigen contra las normas de nuestra lengua materna.

Esas degeneraciones idiomáticas propiciadas por los teléfonos inteligentes y el ordenador son sinónimo de empobrecimiento espiritual y de estrechez mental. No son, necesariamente, efectos de la cultura digital, fenómeno que exhibe grandes virtudes.

La civilización se ha construido a través de los cimientos de las palabras. Y cada palabra tiene un origen, una raíz, una historia, que bien puede evolucionar al abrirse, como una ventana franca, al ámbito exterior, a la mundialización posmoderna o consumista.

Lo que no podemos aceptar es la fiesta deficitaria del lenguaje viral del presente, que piensa más en el límite de los caracteres en sí mismos, antes que en el lenguaje como límite de las posibilidades de conocimiento e interpretación del ser humano y del mundo. La lengua es la depositaria por excelencia de la historia de la civilización.

La literatura es, pues, al mismo tiempo, una aventura de la lengua y del pensamiento. Hay que fundar en los jóvenes de hoy, demasiado sumergidos en la información, dejando de lado la formación o conocimiento, el hábito de la lectura, sea en los libros convencionales de papel, en las tabletas o en los ordenadores.

No importa el soporte, lo que importa es que asuman la lectura como un acto de expansión del conocimiento y del espíritu. Aquello que Martin Heidegger llamó, tempranamente, racionalidad tecnológica del ser humano ha constituido un gran avance para la sociedad y para el conocimiento.

La cultura digital es un logro de la civilización y de la inclusión social. Sin embargo, su lenguaje no tiene por qué ir contra las normas lingüísticas y el correcto uso del idioma.

Por el contrario, esta moderna herramienta de la vida cotidiana tiene su mejor lado cuando sirve, apegada a la naturaleza de la lengua, a la democratización del conocimiento y la comunicación. Avances en la cultura digital y la racionalidad tecnológica no tienen por qué reflejarse en malestar de la lengua o pobreza expresiva del individuo.

 



TEMAS