El nacionalsocialismo alemán, guiado Hitler, convirtió a los judíos alemanes, y luego a todos los que vivían en los territorios que ocuparon salvajemente las tropas nazis, en el chivo expiatorio para justificar su modelo político autoritario.
Aprovechando el antisemitismo europeo que hundía sus raíces en el medioevo, lograron los nazis movilizar a un pueblo tan educado como el alemán a colaborar con unos de los crímenes más dramáticos del siglo XX.
La prensa alemana colaboró a difundir mentiras y mitos sobre los judíos y los periodistas que se negaron a colaborar fueron asesinados.
Intelectuales como Martín Heidegger estaban tan encandilados con la perversa idea que Alemania necesitaba un Jefe fuerte que terminaron colaborando, activa y pasivamente, con el régimen nazi.
Algo semejante ocurrió en nuestro país con el arielismo dominante entre pensadores que contribuyeron a consolidar el régimen trujillista y justificarlo, especialmente frente a la matanza de la población negra en la frontera en 1937.
El fondo, tanto en Alemania como en República Dominicana, era la defensa de un régimen autoritario.
Se dan señales peligrosas en nuestro país de que el pensamiento autoritario gana terreno entre líderes políticos y comunicadores.
Se enarbola una defensa de la “soberanía” que no trasciende el nacionalismo chauvinista, se difunden mentiras -en los medios de comunicación- que procuran convertir a los haitianos en causa de nuestros males y se ha pasado a la amenaza de muerte contra los periodistas que se resisten a esa propaganda. Estamos cerca del fascismo y alejándonos de la democracia.