Cuando Ched Evans fue arrestado por haber violado a una chica de 19 años una noche de mayo de 2011, jugaba para la selección nacional de fútbol de Gales y era delantero de Sheffield United.
El club de la segunda división de fútbol inglés había pagado casi US$5 millones por él y su salario supuestamente era de más de US$30.000 a la semana.
En 2012 fue encontrado culpable y condenado a cinco años de cárcel, pero este viernes fue puesto en libertad, dos años y medio antes de completar su pena.
La posibilidad de que Evans, de 25 años de edad, retorne a la cancha de fútbol desató una polémica que aún no cesa y que desborda las fronteras deportivas.
En su nativa Gales, el columnista David James de WalesOnline.co.uk escribió el artículo que a continuación comparte con los lectores de BBC Mundo, en el que ilustra el dilema que alimenta el acalorado debate.
Imagínense la escena.
Un estadio repleto de fanáticos se levanta para saludar a un héroe.
En todo el país, en las salas de las casas, en los bares y restaurantes, la gente salta de sus asientos en el momento en el que la pelota se choca con la red.
Un jugador que viste la camiseta del color nacional corre con los brazos estirados, rugiendo de alegría, en dirección a los hinchas locales y se desliza sobre sus rodillas, rodeado por sus alborozados compañeros de equipo.
Imagínense cómo se sienten.
¿Orgullosos? ¿Felices? ¿Triunfantes?
Imagínense que ese momento, ese gol maravilloso le aseguró a su equipo de fútbol nacional el primer torneo internacional desde la Copa Mundial de hace varias décadas.
Ahora imagínense que ese jugador es un violador convicto.
¿Cómo queda ese momento? ¿Deslucido para siempre?
¿Se siente incómodo aclamando como a un héroe a un hombre culpable de haber abusado sexualmente de una mujer borracha?
En ese momento, ¿se convierte la vergüenza de un hombre en la vergüenza del país que lo idolatra?
Ya pagó su deuda
Hay quienes dicen que el deporte debe ser sólo deporte.
Dicen que si un hombre (o una mujer) tiene la libertad de trabajar, debe tener la libertad de ganarse la vida aprovechando sus capacidades.
Dicen que si su talento es el deporte y es lo suficientemente bueno, debe tener la libertad de representar a su nación.
Una vez cumplió su pena, pagó su deuda con la sociedad, dicen.
Pero, ¿se sostiene realmente ese argumento?
¿Qué pasaría si el jugador fuera un pederasta?
¿Debe una nación acoger alegremente como un héroe a alguien sólo porque es bueno jugando fútbol, a pesar de ser un abusador de menores?
Incluso si es culpable de delitos menores, por los que ha servido sólo uno o dos años, ¿se sentiría bien vitoreando a alguien que buscó placer en imágenes de bebés indefensos que eran víctimas de abuso sexual, sólo porque juegan bien al fútbol?
¿O qué tal un asesino? ¿O alguien culpable de un asalto brutal que dejó a una persona vulnerable en coma?
Si no estamos de acuerdo con que un pederasta o un asesino sean aceptados como héroes nacionales, no importa cuán talentosos sean, entonces no se trata de que la gente sea libre de ganarse la vida aprovechando sus capacidades.
Este es un debate sobre qué tipo de crimen es aceptable que nuestros héroes cometan.
El fútbol es un lujo
El argumento de que si uno pagó su condena, ya pagó la deuda con la sociedad se desmorona desde otros puntos de vista también.
El fútbol no es una tuerca crucial en el engranaje de la sociedad.