Rafael Molina Morillo, director de El Día
“El pasado ya no existe y el futuro no ha llegado”. Así razonan los que buscan una justificación para sólo vivir el presente, olvidando así que el tiempo pasa volando y cuando uno viene a ver, ese futuro que parecía tan lejano nos da un portazo en las narices.
Sólo 36 años nos separan del año 2050. ¿Y qué son 36 años? Nada. Hace ya más de 50 años que mataron a Trujillo y parece que fue ayer. Pues bien, miremos a continuación cómo será el planeta Tierra en 2050, o sea dentro de tan solo 36 años, según el pronóstico de varios sabios entendidos en la materia.
“El Ártico -así lo resume Alicia Rivera, del periódico El País- será una masa de agua navegable en verano. La Amazonia estará en gran parte deforestada. La temperatura habrá subido dos grados. El nivel del mar se habrá elevado en casi todo el mundo. Y especies como el oso polar o la foca estarán extinguidas o a punto de desaparecer”.
Entre todos esos cambios el que más me preocupa es el que se refiere al nivel del mar, porque somos una isla que entonces está llamada a ser tragada por las aguas, en más o menos tiempo.
Ese fenómeno la periodista Rivera lo plantea así: “Millones de personas notarán el cambio climático directamente en las regiones costeras que el mar, al subir, se habrá comido literalmente o erosionado mucho.
Algunas islas… tendrán problemas serios de pérdida de habitabilidad por áreas sumergidas o por la salinización de acuíferos. Los deltas de los ríos se verán afectados, además de playas y costas en todo el mundo, con impacto enorme, por ejemplo, en el turismo”.
Frente a tan graves perspectivas y tan poco tiempo que tenemos para encontrar respuestas adecuadas y efectivas, no sé qué decir. Por de pronto, la advertencia está hecha.
