El manejo de Pedro

El manejo de Pedro

El manejo de Pedro

En los exultantes momentos de euforia por el anuncio de escogencia para exaltación al Salón de la Fama de Cooperstown y su vitoreado retorno al país, se observó a un Pedro Martínez con un manejo de su discurso muy inteligente.

A medida que hilvanaba su gloriosa trayectoria y se situaba entre los grandes lanzadores de la historia, cercanos y finos observadores comenzaron especular sobre la gran inteligencia con que se manejaba en el juego.

Como un guión de cine seguido con estricto apego a los mandatos de un gran director, Martínez –que no siempre fue muy diplomático-, no dejó resquicios de flaquezas a medida que desarrollaba su discurso, bien expresando lo que deseaba o con respuestas adecuadas a sus interlocutores, en Estados Unidos o en la República Dominicana.

Con enfoque magistral -como cuando lanzó nueve entradas perfectas en un partido de extra innings el 3 de junio de 1995 contra San Diego o el relevo de seis episodios ante Cleveland en choque decisivo de play-off en 1999-, Pedro no obvió detalles claves, como la dedicatoria del premio a la familia, al país y Latinoamérica; elogios a sus compañeros de promoción Johnson, Smoltz y Biggio; su anhelo de que pronto otros coterráneos puedan unírseles a él y Juan Marichal en el Salón de la Fama del Béisbol…

Sabedor de que tenía a todo el país a sus pies, consciente de que era el ejemplo del momento a seguir, soltó frases cargadas de filosofía como: “El que busque fuerzas que me mire a mí”, es decir, al hombre pequeño y “frágil” que a base de tenacidad se convirtió en “Pedro el Grande”.

Con sus alocuciones en esos momentos sublimes, Martínez mostró que no solo por su brazo derecho prodigioso pudo alcanzar la grandeza, sino por tener muy bien equipada su cabeza.

 

Dimaggio Abreu