LEOGANE, Haití – La exportación más conocida de Haití es el Barbancourt, un ron de sabor delicado y cuidadosamente añejado que está entre los mejores del mundo.
Después está su primo casero, el clairin, una bebida mucho más barata y relativamente desconocida fuera de la empobrecida nación caribeña.
El clairin, o kleren como se conoce en criollo haitiano, es una bebida joven menos refinada que el ron, aunque algunas variedades artesanales se someten a un proceso de maduración que le da un sabor más suave y peculiar.
Se elabora en cientos de pequeñas destilerías en todo el país. En una de ellas, Ti Jean, en la localidad costera de Leogane, al oeste de la capital Puerto Príncipe, hombres que se cubren la cabeza para protegerse del sol tropical
emplean machetes para cortar las altísimas plantas de caña de azúcar que rodean la destilería.
Meten la caña en un molino para extraer el jugo, que sirve de base tanto para la elaboración del clairin como del ron típico del caribe francés.
La mayoría del ron que se produce en otras partes del mundo se elabora a partir de melaza. El jugo que sale al otro lado de la máquina es de color caramelo, aunque el producto final tiene un tono claro como el vodka.
Una vez que el clairin fermenta y se filtra, se mete en recipientes de plástico para ser vendido en mercados y puestos callejeros. Los vendedores le añaden sabor con hierbas o fruta.
En Puerto Príncipe, Eddy Lecty añade clavo para especiar el clairin que vende en la barriada de Cité Soleil. Él y su padre llevan casi 20 años comercializando su bebida en la misma acera, un lugar que se ha convertido en punto de encuentro para los residentes, que lo conocen como «The Citizens Club».
Según cuenta, hasta presidentes del país se han parado en su puesto. Lecty y otros vendedores envasan el clairin en botellas reutilizadas de whisky, vodka y refrescos.
En Haití, como ocurre en otros países con una floreciente producción de alcohol no regulada, se han dado casos de productores sin escrúpulos que agregaron metanol a su bebida, algo que puede resultar letal.
El propietario de Ti Jean, Jeanty Bonnefois, dice que sus trabajadores se aseguran de eliminar el metanol tóxico que se produce durante la destilación, y que su clairin tiene buena reputación entre los consumidores locales.
Un litro de clairin se vende por alrededor de 1,36 dólares, la octava parte de la botella más barata de ron Barbancourt. Con todo, es un precio significativo en un país donde casi el 60% de la población vive con menos de dos dólares diarios.