El lobby antidominicano financiado por intereses haitianos promueve la “celebración” del 80.º aniversario del “Corte”, cuando en 1937 Trujillo ordenó asesinar muchísimos haitianos que residían ilegalmente en áreas fronterizas.
El mito ha crecido hasta nombrar 30,000 supuestas víctimas, una pila de cadáveres tan enorme que desafía la imaginación pues tumbas o entierros masivos nunca han podido señalarse, obligando dudar esa hiperbólica magnitud.
En 1937 en Santiago y sus alrededores vivían menos de 30,000 dominicanos. Cuestionar la cifra no disminuye el horror ni excusa al sátrapa, pero esa enorme culpa no corresponde a todos los dominicanos.
Trujillo fue una máquina de matar y su tiranía asesinó muchísimos más dominicanos que extranjeros.
Si remover viejas heridas sirviera, los dominicanos tenemos también sin cicatrizar muchas graves lesiones causadas bárbaramente por Haití, desde antes del degüello de Moca y la quema de Santiago y Azua, hasta después de las guerras, innumerables atrocidades infligidas por el problemático vecino.
Debemos sanar muchas heridas recíprocas. Ante su incontrolada invasión pacífica, es imperativo hoy imponer legalidad, urgente y vigorosamente.