Como el armiño

Como el armiño

Como el armiño

Rafael Molina Morillo, director de El Día

El armiño es un animalito muy pequeño, pero con mucha dignidad, merecedor de ser emulado por el petulante “homo sapiens”. Nunca he visto uno, a no ser en fotografías o convertido ya en fino y caro abrigo lucido generalmente en hermosos hombros de mujer.

Según he leído, el curioso animalito habita en regiones con marcados cambios de estación y el color de su pelambre varía de pardo, en verano, a blanco, en invierno.

Los cazadores persiguen en invierno a los armiños valiéndose de un truco ruin, que consiste en aprovecharse de la naturaleza, que los hace preferir la muerte antes que caer en lo bajo.

En efecto, los perros de caza persiguen a su presa a través de bosques y cañadas, hasta arrinconarla en algún pasaje cuya única salida es un lodazal.

El armiño, en vez de mancharse huyendo por el lodo y ensuciando su albo pelo como única forma de salvar su vida, prefiere dejarse atrapar por sus voraces victimarios que lo llevarán a su cruel destino.

Nosotros, con toda nuestra cacareada inteligencia que nos permite alardear como miembros de la especie más desarrollada del universo, no somos capaces de seguir el ejemplo del insignificante armiño.

Ahora mismo, en este país nuestro nos llevamos la palma en eso de ser indignos y vender nuestras almas por un puñado de monedas.
Añoramos ser algún día como el armiño. Aunque se nos tilde de…



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