Deyanirys Rodríguez superó con el tiempo la exclusión de que fue objeto por un accidente cerebro vascular. Hoy lidera una pequeña pastelería y crea su marca.
Santo Domingo.-En su condición de impulsora de una pequeña empresa como Lemon Sugar, con apenas cinco empleados, Deyanirys Rodríguez de Ubiera asegura que en el país existen muchas trabas para emprender cualquiera iniciativa sin grandes recursos.
No obstante, valora y ve necesario que el Gobierno cumpla la promesa de que las pequeñas empresas no paguen anticipo, que haya una mayor flexibilización y que a los negocios se les facture en base a la proporción de recursos que generen sus ventas.
Vía el Ministerio de Industria y Comercio se anunció que para el año próximo se proyecta fijar para las micro y pequeñas inversiones una tasa única y razonable del Impuesto sobre la Renta y del Impuesto a la Transferencia de Bienes Industrializados (ITBIS), sin tener que pagar anticipos, y que además aligerará los rigores tributarios que se exigen a las empresas.
Obstáculos
Entre los primeros obstáculos citó el alto costo de alquiler de locales, el servicio energetico, teléfonos, empleomanía y muy especialmente las exigencias de tener referencias comerciales para optar por préstamos, el pago de Impuestos Sobre la Renta, también a la Sociedad General de Autores, Compositores y Editores Dominicanos de Música (Sgasedom).
“Esas cosas me quitan el sueño, la Seguridad Social, el Infotep, que no sabía que había que darle un 1 por ciento, óyeme y hasta Sgasedom”, comentó.
Esta última entidad le notifica y exige a todo el que coloque música en un negocio, aún cuando sea instrumental, que pague el derecho de autor, por lo que esos pequeños negocios sin comercializar bebidas ni ofrecer fiestas se ven compelidos a dejarles parte de sus ganancias.
Cobro música Vs. fiestas
“Si usted quiere oír o ponerle música a clientes, entonces usted tiene que pagar o de lo contrario, indennizarlos por el tiempo que la haya utilizado sin autorización”, externó Rodríguez de Ubiera, quien deplora esa exigencia, especialmente en negocios como de pastelería y exquisiteces.
Dijo que para arrancar tuvo que valerse de su esposo para solicitar un préstamo y poder contar con recursos para echar a andar el pequeño proyecto comercial ubicado en la calle Cub Scout esquina Manuel Henríquez, Plaza Félix, del ensanche Naco, en el Polígono Central.
A esas dificultades se suman la variedad de precios en los insumos para la elaboración de los bizcochos, tanto tradicionales como en cremas pasteleras, como bocadillos en base a cereales y frutas, lo que reduce las ganancias.
Aún así, dice que no le conviene subir los precios porque se trata de negocios muy nuevos en el mercado y no resulta fácil, porque los clientes dejan de comprarles y se van a otras pastelelería más reconocidas.
Sostiene que los altos impuestos obligan a tomar créditos y hacer acuerdos para saldar los elevadísimos gravámenes. Fruto de esas exigencias, añadió que ha aprendido a limitar gastos.
En su negocio tanto el esposo como los hijos tienen que pagar sus consumos, no por “tacañería”, sino por motivos de organización. En ocasiones complace sus peticiones.