Ginebra.– La tensión entre Pekín y Washington se hizo patente en las jornadas de revisión de la política comercial estadounidense que la Organización Mundial del Comercio (OMC) organizó hasta hoy, en las que muchos países criticaron el proteccionismo de Donald Trump aunque EEUU intentó desviar la atención hacia China.
Desde el lunes hasta hoy los miembros del organismo internacional repasaron en su sede en Ginebra los dos últimos años de políticas comerciales de EEUU, en los que la Administración Trump ha subido aranceles, se ha desvinculado de acuerdos comerciales multilaterales y ha subido el tono contra socios como China y la Unión Europea.
El embajador norteamericano ante el organismo, Dennis Shea, se negó sin embargo a reconocer a Estados Unidos como el gran responsable de la actual crisis del sistema multilateral de comercio, y afirmó que es en cambio China el epicentro de ella.
Ese país “obliga a realizar transferencias tecnológicas o las roba directamente si lo considera adecuado, para convertirse en el principal productor.
China subsidia y mantiene un exceso de capacidad en numerosos sectores, forzando a productores de otros países a cerrar”, subrayó en la segunda jornada de revisiones.
Las medidas que Estados Unidos está tomando, afirmó, son necesarias “si no queremos resignarnos a curar las heridas infligidas por China a nuestros ciudadanos».
Shea recalcó la incompatibilidad del régimen económico de la potencia asiática, “distorsionador y ajeno al mercado”, que lo hace incompatible con un sistema de comercio internacional abierto, transparente y predecible.
Su homólogo chino, Zhang Xiangchen, respondió las críticas de Estados Unidos con el argumento de que su país “rechaza el papel de chivo expiatorio” y recordó que los tres días de reuniones de la OMC se habían convocado para revisar la política comercial de EEUU, no la china (algo que ya se hizo a mediados de este año).
En la primera jornada de sesiones, el diplomático chino subrayó que desde el último año se están viendo “unos Estados Unidos diferentes, con un poder y responsabilidad severamente desequilibrados” y que han traído de vuelta el fantasma del unilateralismo.
También la Unión Europea, por boca de su embajador ante la OMC Marc Vanheukelen, expresó en el inicio de la semana preocupación por el tono beligerante de Estados Unidos, aunque con el avance de las reuniones se mostró más conciliador y señaló que “quizá no estamos de acuerdo con la fuente de los problemas, pero debemos resolverlos».
El cruce de acusaciones entre China y EEUU refleja el tenso momento de relaciones entre las dos principales economías mundiales, que desde julio se han impuesto aranceles recíprocos a sus importaciones, unas tarifas que podrían aumentar en el próximo año por ambas partes si se cumplen las advertencias de Trump.
En este sentido, el Gobierno chino solicitó el martes formalmente ante la el Órgano de Solución de Diferencias de la OMC la apertura de un grupo especial para investigar los aranceles impuestos por EEUU a sus importaciones.
En una esfera más multilateral, el director de la División de Revisión de Políticas Comerciales de la OMC, Willy Alfaro, destacó hoy en rueda de prensa que en los tres días de reuniones muchos países miembros expresaron su preocupación por el “activo uso de políticas de compensación comercial” que EEUU adopta, o las limitaciones de acceso que mantiene en su sector agrícola.
Alfaro evitó hablar de un clima tenso en las reuniones y prefirió hablar de “animado un debate”, aunque admitió que el tono “fue diferente a anteriores revisiones”, dado que en la anterior de diciembre de 2016 (cuando Trump aún no había asumido la presidencia) “se plantearon preguntas que ahora son ya preocupaciones».
El responsable de revisiones del organismo admitió que muchos países miembros de la OMC muestran inquietud por el actual enfoque de la política estadounidense, más dirigido a proteger su economía que en anteriores épocas.
Ello se ha traducido por ejemplo en el frecuente uso por Washington de la protección de la “seguridad nacional” como argumento para limitar el acceso al país de productos en sectores como el acero o el aluminio, a los que se podrían añadir próximamente otros dos, automóviles y uranio.