Santo Domingo.- El presidente de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, Juan Daniel Balcácer, resaltó hoy las cualidades y la valentía del héroe nacional, mayor general Antonio Imbert Barrera, durante las honras fúnebres en Catedral Primada de América, Santo Domingo.
A continuación el discurso que pronunció el historiador este miércoles frente al féretro donde yacen los restos del Héroe Nacional.
«Señoras y señores:
Hay quienes erradamente creen que para que la acción de un individuo trascienda y éste adquiera la categoría de héroe, es preciso observar un comportamiento ético y político homogéneo. Ése es el caso de próceres.
También hay quienes piensan que el status de héroe solo se adquiere cuando se ofrenda la vida en aras de determinado ideal. Ésa es una acción más bien propia de mártires.
Desde tiempos muy remotos una de los razones esenciales para alcanzar la estatura de héroe ha estado vinculada al hecho de que un individuo haya acometido exitosamente una hazaña o proeza en beneficio del conjunto de la sociedad a la que pertenece. Así, ese individuo se hace acreedor del reconocimiento y la admiración de la generalidad de sus coetáneos, de forma tal que tanto su nombre como su legado permanecen consagrados para siempre en el recuerdo colectivo y en los anales de la historia de un pueblo.
Nos hemos congregado aquí, para tributar el último adiós a quien en vida se llamó Antonio Cosme Imbert Barrera, Héroe Nacional y Mayor General del Ejército de República Dominicana
Su deceso ha causado hondo pesar no solo entre sus familiares y allegados, sino también en el alma popular y en diversos sectores de la sociedad dominicana, porque como es sabido por todo aquél familiarizado con la historia política dominicana contemporánea, Antonio Imbert Barrera desempeñó un rol de primer orden en la conspiración política que culminó aquella “noche luz” del 30 de mayo, como la llamó el arquitecto Antonio Ocaña, cuando siete gladiadores de admirable valor espartano enfrentaron a tiros al dictador Trujillo y lo eliminaron físicamente.
Porque, como también sabemos, fue esa memorable acción heroica la que al decir de Eduardo Sánchez Cabral abrió nuevos cauces a las corrientes que en el mundo libre entonces pugnaban porque la vida de los pueblos se desenvolviera al amparo de un clima de justicia social, de libertad y de pleno derecho.
Después del tiranicidio, y ya libre el país de la familia Trujillo y de muchos de sus epígonos más connotados, el general Antonio Imbert Barrera participó en otros hechos sobremanera trascendentales en el decurso de la construcción del sistema democrático en Santo Domingo. Pero no es éste el momento apropiado para juzgar el conjunto de su accionar público a lo largo de los 55 años transcurridos desde 1961 hasta la fecha, toda vez que esa tarea está reservada al soberano del tribunal de la historia, que suele ser imparcial al momento colocar en la balanza justiciera de la posteridad las luces y sombras de todo hombre público.
(Abro aquí un paréntesis para recalcar que no fue el 30 de mayo la única demostración solidaria de Antonio Imbert Barrera con tentativas para derrocar a la dictadura.
Es fama que en 1949, cuando la frustrada expedición de Luperón, era él Gobernador de la Provincia de Puerto Plata y su hermano, Segundo, era Mayor del Ejército y ocupaba el cargo de Comandante de la plaza militar en dicha ciudad. Entonces, un proceder nada ingenuo de Imbert Barrera salvó la vida de varios expedicionarios que habían sido hechos prisioneros tras remitirle un telegrama informando a la superioridad que el expedicionario Horacio Julio Ornes Coiscou deseaba sostener una reunión con Trujillo.
Días después, recordaría postreramente el general Imbert Barrera, fue el propio Trujillo quien le dijo que sin él proponérselo le había salvado la vida a esos muchachos, debido a que su telegrama constituía una prueba oficial de que estaban vivos y ya no resultaba tan fácil aparentar que habían muerto en combate.)
No obstante, lo que sí constituye una verdad irrefutable es que el nombre de Antonio Imbert Barrera está registrado para siempre en los anales de la historia nacional, en virtud de que la democracia que actualmente disfrutamos los dominicanos es sencillamente impensable sin la portentosa hazaña heroica de los hombres y mujeres del 30 de mayo de 1961, entre los cuales él descolló con singular valentía y refulgente brillo.
General Antonio Imbert Barrera: en nombre de los verdaderos y buenos dominicanos de que habló Juan Pablo Duarte, en representación del Gobierno dominicano y del presidente Danilo Medina Sánchez, y en nombre de todos los que profesamos lealtad y fidelidad a los principios de la democracia que tanto su arrojo como el de sus no menos gloriosos compañeros de conjura contribuyeron a convertir en una realidad concreta, estamos reunidos aquí para tributarle nuestra admiración y respeto y también para solidarizarnos con el inmenso dolor que aflige a su distinguida familia por su partida definitiva.
Usted cumplió cabalmente con el papel que le tenía reservado la historia en el decurso de nuestras grandes epopeyas. A partir de hoy, ya arropado con el frío manto del sepulcro, duerme usted el sueño postrero de paz y de calma (como dijo un poeta) en unión de su hermano Segundo, otra víctima de la dictadura, y de sus gloriosos compañeros de la conjura del 30 de mayo. ¡Misión cumplida General! Paz a sus restos».