Artilugios de la memoria

Artilugios de la memoria

Artilugios de la memoria

Entre mis recuerdos estudiantiles llevo siempre presente el episodio que una vez leí, en el cual Marcel Proust narra sobre los momentos en que con inusitado placer prueba unos panecillos llamados “magdalenas”, que su amada tía mojaba en la tizana preparada en honor al sobrino enfermo.

El reconocido escritor francés describe con meticulosa maestría aquel episodio del deleite gustoso que despertó la “magdalena”, en lo que se conoce como memoria sensorial o afectiva (una sensación provocada por alguno de los sentidos, la cual es imposible olvidar).

Mi memoria a largo plazo, a su vez, me transporta a una de mis caminatas taciturnas por las calles bulliciosas de París. Durante una de estas, de pronto me encontré frente a un enorme edificio que desde entonces me inquietó, provocándome su extraño exterior.

Con orgullo inusual, este exhibía unas tuberías de dudosa funcionalidad arquitectónica. Pero de aquella experiencia innovadora para los años ’70, nació en mí un incontrolable deseo de hurgar aún más en el interior de lo que sería el Centro Beaubourg, situado en el viejo suburbio parisino del mismo nombre, y alberque del gran Museo de Arte Moderno de París. Sin demora, entré con hambre de nutrir mi curiosidad estética en el escrutinio de muchas obras relevantes de las múltiples etapas de las épocas modernas.

Después de cruzar el umbral del vestíbulo, mis ojos encontraron un gran lienzo del ilustre artista catalán Joan Miró.

En un sólido fondo azul real, salpicado de manera horizontal, por unos pocos puntos negros, entre los que resaltaba uno, debido a su mayor dimensión: un alucinante “Ojo Negro” se incrustó en mi conciencia para entrar a participar de ese ilimitado conjunto informativo que constituye la memoria.

Desde allí siempre rescato esa visión, y a mi discreción la recreo, unida a las fantasías creadas por la imaginación; y le otorgué un significado.

Un significado de paz-Azul y de violencia-Negro, colores que el reconocido artista catalán escogió utilizar en algunas obras de su época surrealista. Anhelada paz, cuando hay impulsos de violencia.

Y elegántísima fue su manera de plasmar esa violencia causal que con certeza sentía Miró, durante su incesante lucha contra el hambre, el desamor, la soledad, y tal vez el indisoluble cuestionamiento que causa el “ser o no ser” en el largo, a veces corto, trayecto de la vida.

Así pues, esa facultad intrínseca del hombre, que lleva el nombre de “memoria”, nos permite, entre múltiples opciones: ser juglares del olvido, seleccionar los recuerdos; nos instruye sobre nuevas situaciones; nos alivia el dolor del duelo, y además da paso a los sentidos para fulgurar un recuerdo escondido en los recónditos espacios de la subconciencia.
Agradezcamos los tantos artilugios de ese privilegio que tenemos los humanos para permitirnos el goce de la fuente inagotable de la vida!



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