Si de algo no tengo dudas es de lo difícil que resulta tomar distancia cuando la historia de tu propio país te lacera el corazón, más cuando se venvacíos de dignidad y constantes expresiones de maldad en donde jamás deberían estar. Tampoco dudo que a los llamados ‘intereses’, que son fenomenales creadores de esperpentos, muy poco les importa el tipo de monstruo que alumbren si les son útiles.
Repasando, pues, fracasos, desengaños, iniquidades y los años que se han ido, el resumen de la conducta del PLD y de sus gobiernos es el de una claudicación bochornosa.
Mientras se deteriora en el mundo la imagen de la República Dominicana y la actividad administrativa se congela en su doblez, a la ciudadanía le toca padecer la lenidad de una clase política incalificable, preocupada solo por sus intereses particulares.
Ni siquiera el chantaje político de potencia alguna, por más potencia que sea, ni una sociedad tan indolente como la nuestra en su infinita capacidad de privación voluntaria de crecimiento, pueden servir de justificación para no cumplir con el deber y con lo que se tiene que hacer.
A pesar de que tenemos un país cada vez más asqueado ante un circo de escándalos por corruptelas en todos los niveles, y con un tenebroso horizonte que no se atreve a despejar, se advierte, consistente, una política exterior escandalosamente indigna,estrategias económicas basadas en un feroz endeudamiento a vapor, indiferencia oficial total ante la pérdida de la seguridad ciudadana y, más que nada, una desvergonzada tendencia al irrespeto carroñero a la Constituciónde la República, al imperio de la ley y al imperio del deber ciudadano.
Y para poner un poco más de condimento, importantes medios de comunicación, cuyos comunicadores ejercen como si fueran feudatarios al servicio del Gobierno, si no distorsionan, esconden sin pudor sórdidas ejecutorias puestas ya a la intemperie.
Es este el momento perfecto en que parece ser cierto aquello de que ‘cuando se les da el Poder a los virtuosos, todo el mundo se cae a pedazos’. Así las cosas, es imposible mantenerse al margen.
Siendo testigo de excepción del mayor recital de impunidades jamás visto, me convenzo cada día más de que ningún cambio, por bueno que sea, elimina la pulsión de hacer trampas; y así será hasta que no se penalice sin misericordia los incumplimientos y las irresponsabilidades.
Encima, la mentira, hoy por hoy, tiene más fuerza que nunca, al punto de que se ha convertido en el más contundente y efectivo instrumento al servicio de los discursos demagógicos, arma narcótico-bacteriológica de presencia rigurosa en el arsenal de todo político.
Mientras tanto, enclaustrado en su conveniente y muy oportuno silencio, el PLD muestra napoleónicos signos esquizoides, alucinaciones y delirios egocéntricos que, según parece, tienen de más turbación que perturbación, como consecuencia de las contradicciones entre sus aspiraciones variopintas y sus reales posibilidades a futuro.
Pero para que se enteren, por si no se han enterado, no vendría mal a los miembros de su comité político leer a José Hierro, quien decía “qué más da que la nada fuera nada/si más nada será, después de todo/después de tanto todo para nada”, porque eso, ni más ni menos, es lo que son. Total, PLD no es más que PRD en chino.