Fonds-Parisien, Haiti.-Vistiendo una camiseta demasiado ajustada para sus siete meses de embarazo, Mileyda Benacio, nacida en República Dominicana, está ahora obligada a vivir en Haití: fue expulsada por el Ejército de su país por carecer de documento de identidad.
A los 19 años y contra su voluntad, descubre la parte occidental de la isla Hispaniola, Haití, el país de sus padres, fallecidos hace varios años. «Mi padre y mi madre vivían ilegalmente en República Dominicana y no hicieron lo necesario para obtener mis documentos», lamenta la joven.
En octubre de 2013, la Suprema Corte dominicana dictaminó que «los niños nacidos en el país de padres extranjeros en tránsito no tienen la nacionalidad dominicana», una decisión retroactiva a 1929, que de hecho convierte en apátridas a más de 250.000 personas, principalmente hijos de padres nacidos en Haití, pero también en Dominicana, puesto que abarca un período de más de 80 años.
Ante las protestas internacionales, el gobierno dominicano lanzó un plan nacional de repatriación de extranjeros (PNRE) y para conceder documentos de identidad para regularizar a los inmigrantes haitianos instalados en su territorio desde hace años.
Pero Mileyda describe «el fiasco» del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros (PNRE), que finalizó el 17 de junio. «Cuando la inscripción comenzó me dieron una cantidad de citas en las oficinas, pero mi caso no avanzó».
Luego de meses de trámites, la joven nacida en Barahona (RD), no obtuvo los documentos que atestigüen su nacionalidad dominicana y fue expulsada por el ejército. Los sacerdotes jesuitas de la localidad haitiana de Fonds-Parisien la acogieron y alojaron en una escuela: cada noche unas 40 personas ocupan en ella los tres salones de clase en la precariedad más absoluta, sin agua ni alimentos.
– El centro de recepción no existe –
Con su bebé acostado sobre una frazada en el suelo, Souverain Saint-Soi expresa su desesperación. «Llegué a República Dominicana con mi tía cuando tenía 7 años.
Ella se fue a vivir por su lado y yo puse un pequeño comercio», explica el hombre de 35 años, sentado en un pequeño banco de escuela, que ahora le sirve de cama.
Al igual que Mileyda, Souverain se encuentra en Haití, donde no conoce a nadie, luego de que sus trámites de residencia en Dominicana terminaran abruptamente en su segunda cita: «El jefe de la oficina me dijo que los papeles que me habían dado en la primera cita ya no servían, los rompió y me los tiró a la cara», cuenta.
Las autoridades haitianas afirman que se movilizan para manejar el flujo de apátridas y emigrantes que Dominicana continuará expulsando, pero la realidad es otra.
El centro de recepción que el gobierno de Puerto Príncipe se ufana de haber abierto en la localidad fronteriza no existe.
Solamente una pancarta del Ministerio de Defensa puede verse en el lugar, junto a un guardia armado cerca de máquinas de construcción inutilizadas. Los dominicanos convertidos en apátridas y los emigrantes haitianos sin recursos que son expulsados diariamente hacia Haití están librados a su suerte.
En el patio de la pequeña escuela comunitaria de Fonds-Parisien, Mileyda está desconsolada: «No tengo nada, ni siquiera ropa para cambiarme». «Estoy embarazada de siete meses y no sé donde ir para dar a luz, ni tengo nada para vestir a mi bebé», subrayó.