“Yo cuido de mis pobres”

“Yo cuido de mis pobres”

“Yo cuido de mis pobres”

José Mármol

Es una frase que parece altruista, pero, que en el fondo es cruel e inhumana. Lo explicó el experto español en temas sociales Silverio Agea, director general de la Asociación Española de Fundaciones (AEF), en su conferencia inaugural del Foro sobre Transparencia y Rendición de Cuentas en Organizaciones de la Sociedad Civil, que organizó Alianza ONG, entidad creada en 1995, dirigida actualmente por Addys Then Marte, una mujer joven y ejemplar.

El evento contó con el auspicio de la Fundación Popular, Inc. Allí se colocó en primera escena el aserto según el cual nuestro tercer sector, integrado por las entidades no lucrativas del país, que hoy día ascienden a alrededor de 2,000, constituye un imprescindible factor de equilibrio y propulsión del desarrollo sostenible en lo económico, social, institucional, medioambiental y humano en nuestro país; de igual forma, en el mundo.

El experto Agea hablaba en esos términos al plantear algunas de las trabas que ralentizan, retrasan o estancan el trabajo de las ONG en la sociedad contemporánea, entre ellas, especialmente, la insolidaridad imperante entre las ONG. “Yo cuido de mis pobres” da a entender que cada ONG quiere hacer lo suyo, sin sinergias ni trabajo mancomunado con entidades afines.

La frase denota un sentido de propiedad de los pobres que “maneja” cada ONG como única forma de sobrevivencia. Se añaden la falta de estrategias de captación y autogeneración de recursos estratégicos, de visión sostenible y de iniciativas de comunicación, ignorando que lo que no se comunica no ha tenido lugar.

El directivo fundacional español hizo, ante representantes de unas ciento veinte entidades sin fines de lucro, un enérgico llamado a la innovación disruptiva social, para que las instituciones de la sociedad civil lleven a cabo iniciativas que interrumpan o rompan sus acomodaticios y herrumbrosos métodos y mecanismos de trabajo, de modo que garanticen su sobrevivencia en el marco de una sociedad global sustentada en el rendimiento y reificación de la plusvalía y el egoísmo, exigiendo a las empresas mayores utilidades con las que pagar impuestos, cuando no peajes de la corruptela pública, y retribuir a sus inversores y empleados, poniendo cada vez más contra la pared la cultura de donaciones, el altruismo y la filantropía.

Porque, ser socialmente responsables es un imperativo que hoy plantea a las empresas el impostergable reto de hacer de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) una estrategia social de creación de valor compartido o común, pero, articulada a los planes de crecimiento y sostenibilidad del negocio, cuya misión es la de crear valor económico.

Dos, y muy grandes, son los retos que tienen hoy por delante las ONG.

El primero, profesionalidad, que promueve la creación de una cultura de capacitación en el personal y de mayor eficiencia en el diseño, ejecución y alcance, medido por impacto, de los proyectos comunitarios; y el segundo, transparencia, que apunta hacia la necesidad de manejar los recursos eficazmente, de manera que se pueda rendir cuentas acerca de su buen uso a los inversores y a la sociedad.

Estas dos condiciones son imprescindibles para la obtención de financiación de los proyectos, que mientras más diversa y plural, será mucho mejor para la autonomía y la multiplicidad de enfoques de las ONG, en sociedades y Estados cada vez más carentes de políticas públicas que trasciendan la perentoria coyuntura asistencialista, el clientelismo, la demagogia y el populismo vocinglero, electoralmente seductor y ética y políticamente irresponsable.

No se trata de continuar con el engañoso seudocriterio de “Yo cuido de mis pobres”. Sino, de unirse contra la pobreza y sus secuelas, y de permanecer, para aportar soluciones innovadoras.



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