Cada día, con muy escasas excepciones, los clubes deportivos y culturales del país, al parecer, transitan un peligroso camino que pone en riesgo su existencia.

Y es que no se respetan sus estatutos, debido al “embargo y apropiación” que han mantenido algunos de sus dirigentes, que han llegado a creerse que son de su propiedad y no del conglomerado donde desarrollan sus actividades.

Es una lástima que a esta situación no se le haya puesto fin, en el entendido de que operan en instalaciones construidas por el Estado, y no pueden ser “secuestradas” por grupitos de “vivos” que solo están detrás de generar beneficios económicos para beneficio propio.

Penoso es reconocer que existe una institución creada para controlar el buen desenvolvimiento de esas entidades, sin embargo, lo menos que hay es supervisión, dado que quienes toman las riendas de un club buscan eternizarse, violando los reglamentos que ordenan la realización de elecciones democráticas, sin el empleo de artimañas.

Ante la insistencia de quedarse o adueñarse de los clubes a sangre y fuego, las actividades de muchos de estos es casi nula, porque no tienen respaldo de la comunidad, lo que tarde o temprano los llevará a una penosa desaparición.

Este situación no es nueva ni exclusiva de los clubes deportivos y culturales, sino que se da en instituciones deportivas con más rango, como son asociaciones y federaciones, cuyos directivos se creen ley. batuta y constitución, al punto de que la mayoría parece que se van a perpetuar, por los siglos de los siglos.

Este país necesita que los clubes y ligas desarrollen sus actividades sin tropiezos, porque su objetivo es brindar deporte, cultura y recreación a sectores de clase baja y media baja.