Voto crítico es igual a tener buenos gobernantes

Voto crítico es igual a tener buenos gobernantes

Voto crítico es igual a tener buenos gobernantes

Por Manasés Sepúlveda

Contra el voto clientelar y para evitar que nos representen políticos malos y ausentistas desconectados de la realidad social del pueblo, y que siguen sus propias agendas para enriquecerse, nos queda una opción: el voto crítico que es igual a indagar y ejercer el juicio crítico electoral.

Dos preguntas críticas que debe hacer todo buen elector son las siguientes: ¿Qué ha hecho ese líder político en el ejercicio del poder a favor del pueblo? ¿Merece repetir en el cargo? Si las hace con juicio y pasamos un balance a la gestión de ese funcionario empezamos a ejercer un verdadero voto crítico.

Existen numerosos ejemplos en América Latina en los cuales los votantes eligen a sus líderes políticos seducidos con promesas falsas y demagógicas situación que se ha convertido en una costumbre electoral.  Lamentablemente, el votante latinoamericano en su mayoría no ejerce el voto crítico.

Considero que uno de los componentes esenciales del ejercicio de una ciudadanía muy limitada, es precisamente la pérdida de la capacidad de un ciudadano de votar en función del análisis por lo menos básico de su realidad social y económica y de aquellos que lo representan.

La falta del voto crítico es una de las principales causales que provocan la aparición y vigencia de malos gobernantes y políticos que realmente no representan a los que los eligen.  Basta que muchos de ellos inviertan cuantiosos recursos publicitarios con promesas falsas y programas asistencialistas en tiempos de campaña electoral, para lograr la victoria.  En estos casos los votantes son simples datos estadísticos.

Es por esa razón que si observamos el presupuesto de un país que gasta una buena parte  en publicidad y programas asistencialistas, se puede evidenciar que de seguro existe un gobernante o funcionario electivo que quiere retener el poder.  Sabe perfectamente que a falta de criticidad por parte del electorado, grandes masas hambrientas y con necesidades básicas no resueltas por un Estado inorgánico, son presas de pequeñas dádivas a cambio de un voto.

Y esa ha sido la realidad electoral de muchos de nuestros países. La República Dominicana es un fiel reflejo de esa situación, en la cual los partidos políticos tienen su gran cuota de culpa: casi todos fueron formados para fines electoreros o coyunturales, donde lo ideológico o  doctrinal carece de sentido.

También existieron partidos que surgieron con una base ideológica muy buena pero sucumbieron ante una realidad electoral  que les dejaba amplios beneficios económicos clientelares.



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