Vivir fuera

Vivir fuera

Vivir fuera

Miles de personas en el mundo están emigrando hacia otro país en busca de: mejor calidad de vida, estudios, familia o por amor. Lo que me ha llevado a pensar en ¿qué significa realmente vivir fuera del país que te vio nacer? ¿Cuáles son las dificultades o las ventajas? ¿Por qué algunas personas regresan a sus tierras natales y por qué otras no?

Son muchas preguntas, pero vamos por partes:

Sea cual sea la razón por la que te vas (o te “fueron”) de tu país, los síntomas del «síndrome de Ulises» o «síndrome del emigrante» son básicamente los mismos. Intenté identificar algunos en este artículo.

Primeros meses. Los primeros dos meses son una chulería. Todo es nuevo, muchas fotos para el Facebook, llamadas por Skype a los amigos para que vean la ciudad, muchas salidas, etc.

Luego de tres meses, ya empiezas a darte cuenta de que no volverás a discutir con un AMET (Autoridad Metropolitana de Transporte), empiezas a extrañar el calor (en caso de que el país donde estás haga mucho frío), te das cuenta lo mucho que querías a todos los dominicanos y dominicanas que de alguna manera te han hecho molestar por algún acto con poco sentido común (ruptura del instinto de apego). A veces te arropa un sentimiento de desesperanza por el posible fracaso del proyecto migratorio. En fin, las cosas empiezan a parecer menos divertidas.

Pero todavía no todo está perdido porque sabes que estás en un nuevo territorio donde tienes nuevas oportunidades para progresar.

¿Cuándo sabes que llegas al punto crítico de tu estatus: “vivir fuera”? cuando extrañas tanto tu tierra que empiezas a cocinar habichuelas con dulce, mangú con salami, mofongo y pastelón de plátano maduro.  Cuando empiezas a idealizar esa realidad que baila al ritmo de la bachata y que te hace extrañar cada detalle. Ahí es donde te das cuenta que ya no hay marcha atrás y que lo único que te queda de tu tierra es su sabor a través de la comida y el recuerdo de los momentos vividos.

Ahora entiendo aquella exposición que se encuentra en el Centro León Jiménez (Santiago de los Caballeros), donde muestra la identidad dominicana, y en su última estación están esas dos maletas. Una muestra el viajero que se va y la otra el que regresa. Ambas llenas de objetos que nos transmiten emociones, recuerdos y vivencias.

Cada viajero tiene una maleta llena. Aunque esté vacía de cosas, irá llena de esperanzas y sueños por cumplir.

La buena noticia es que no importa hacia dónde vayas a vivir, siempre serás ciudadano o ciudadana. Contigo viaja parte de una cultura, identidad, historia y carisma.

Como decía el ex presidente sudafricano Nelson Mandela: “siempre parece imposible hasta que se realiza”. Aunque parezca imposible, te llegas a adaptar a vivir fuera. Tal vez nunca llegues a sentir ese orgullo nacionalista, pero te puedes convertir en aquella persona con pasaporte transparente que se da la oportunidad de explorar todos los mares que unen nuestros continentes.



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