Desde los relatos fundacionales los hombres han violentado a las mujeres.

A pesar de que todos sabemos que venimos del vientre de una mujer, los machos se inventaron que las mujeres provienen de la costilla de un hombre… ¡Y dicen que fue Dios quien lo hizo! Sea en el Corán o en la Biblia, los textos abundan que niegan a la mujer su dignidad. ¡Jesús fue la excepción! Pablo se deja arrastrar por sus prejuicios.

Pero seamos honestos, en el primer relato (Gen. 1.1 a Gen. 2.4) Dios crea a la pareja humana de la nada. Algo es algo.

Desterrar tantas tonterías, que no por ser estupideces dejan de ser criminales, nos toma tiempo, pero no podemos ceder.

O construimos una sociedad donde hombres y mujeres sean considerados iguales en derechos y deberes, o no podremos vivir en paz nunca.

Comencé enfrentando las interpretaciones religiosas que refuerzan, al leerse literalmente, la discriminación contra las mujeres, pero gravitan contra la dignidad de las mujeres la educación, la literatura, los medios de comunicación, canciones, películas, telenovelas, la perversa “sabiduria popular”, los modos de formación en el hogar, legislaciones y las relaciones laborales.

Se impone re-edificar todo el modelo social y discursivo, las legislaciones y la vida en el hogar.

Cada mujer golpeada, cada mujer asesinada, cada mujer discriminada, cada mujer acosada, erosiona nuestra vida plena, destruye un futuro de progreso para hombres y mujeres, nos convierte más en animales que en seres humanos.

Hombres y mujeres tenemos la misma dignidad y debe reconocerse.