Rogelio Cruz y sus fanáticos seguidores creen que han ganado alguna batalla porque las autoridades expresaron que fue erróneo atribuirle calidad de padre biológico de uno de muchos infantes y niños declarados como suyos.
La cuestión sin embargo no es si el díscolo cura ayuntó sacrílegamente procreando hijos.
Es su desenfadada disposición a violar flagrantemente leyes y normas legales, además de sus votos de obediencia y el ordenamiento salesiano. Recientemente José Luis Taveras, mi admirado colega columnista, se refirió con precisión quirúrgica a la paternidad irresponsable de funcionarios o legisladores.
¿No cae Rogelio en esa categoría cuando asume obligaciones legales y morales como padre de hijos que dice no procreó, en alegre abominación del sentido del vínculo filial?
¿No es digno de persecución judicial por corrupción, que padres naturales, biológicos o adoptivos aun irregularmente, se desentiendan de su obligación moral y legal de mantener, educar y velar por sus hijos? Ver la paternidad con la irresponsable ligereza de Rogelio es pésimo ejemplo.
Es una villanía, no alguna heroicidad, ese vergonzoso desenfreno.