Vigencia política de un poema melancólico

Vigencia política de un poema melancólico

Vigencia política de un poema melancólico

José Mármol

He aquí, de acuerdo a la promesa de la pasada semana, un extracto de lo que escribí acerca del poema “El insomnio de Jovellanos”, del libro “Habitaciones separadas”, de Luis García Montero, cuyo vigésimo aniversario celebra la Colección Visor de Poesía, con un hermoso volumen titulado “Habitaciones separadas (20 años sí es algo)”.

No cabe duda sobre la extrema vigencia de las preocupaciones y frustraciones del visionario, liberal e ilustrado Melchor Gaspar de Jovellanos (1744-1811), enfrentado al oscurantismo aristocrático, monárquico y clerical de la España de su tiempo que inspiraron al poeta granadino; vigencia, subrayo, de unos versos como los que inauguran el citado poema que rezan: “Porque sé que los sueños se corrompen, he dejado los sueños,/El mar sigue moviéndose en la orilla”.

Esto así, frente a una España que hoy día se sumerge en una de las peores crisis económica, ética, territorial y social de su historia contemporánea.

Esa frustración, que el acercamiento pertinaz de las olas del mar trata de borrar en las cavilaciones de Jovellanos, mientras persigue su sombra en los muros de la prisión del Castillo de Bellver, es la que revive como símbolo el poema, el cual, sin embargo, se vuelve, con demasiada fuerza alegórica, un clamor en los días presentes de una España que se merece un destino más próximo a la luz que a las tinieblas; un porvenir más ceñido al sueño de un ciudadano feliz, “en un país más libre”, como sentencia este poema, a la vez, melancólico y optimista.

ste poemario nació con la buena estrella del Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe, en su sexta edición, en 1993, otorgado por un jurado que dirigió Octavio Paz y que integraron, además, Carlos Bousoño, Francisco Brines, Pere Gimferrer, Antonio Colinas, Luis Antonio de Villena y Felipe Benítez; y también, por si fuera poco, se alzó con el Premio Nacional de Poesía en 1994. Su anterior libro de poemas, titulado “El jardín extranjero”, le permitió obtener el Premio Adonais en 1982.

A partir de ese período, y acompañado de lo más granado de la literatura, el arte y la cultura de España, Luis García Montero se desmarca del sujeto colectivo que promovía unas características poéticas abrazadas a la Generación del 50, por un lado, y por el otro, a unas novísimas formas de la escritura creativa, para enarbolar una praxis y una concepción del poema enraizadas en la vida cotidiana, en el poder alegórico de la memoria y el deseo montados a lomo de una sintaxis coloquial que le remonta a maestros de la poesía española como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, Jaime Gil de Biedma y Ángel González, entre otros, para luego nutrirse de la más reveladora tradición de la poesía hispanoamericana del siglo XX.

El 13 de marzo de 1801 el ministro de Estado Manuel Godoy, quien en un período de gobierno anterior le designa embajador en Rusia, cargo que rechaza Jovellanos, ordena su detención y destierro a Mallorca. Allí guarda prisión, primero, en el Monasterio de la Real Cartuja de Jesús de Nazaret, y luego, en la prisión del castillo de Bellver.

En 1808 es liberado, tras el motín de Aranjuez, ocurrido entre los días 17 y 19 de marzo, que da inicio a la caída del Antiguo Régimen en España. Es la emoción de la reconquista de la libertad de este hombre de ideas y de luchas, ante la imagen del mar, el “muerto enorme” de José Martí, el 1 de abril de 1808, en el castillo de Bellver, lo que el poema de García Montero recrea.



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