Las opiniones giran en torno a razonamientos que parten de elementos subjetivos y objetivos, y posiblemente la cuestión de lo subjetivo termina imponiéndose, aún lo tratemos de evitar.
Hay en cada uno de nosotros la necesidad, muchas veces, de sobreponer nuestros argumentos, casi desde una perspectiva imperativa, razón por la cual entendernos resulta complejo.
En una ocasión conversaba con un amigo nacido y criado en Francia, a quien le resulta incómodo aceptar la idea de quién tenía razón. Su dicho: todos tenemos razón de la misma manera que nadie la tiene. Su visión era más religiosa: solo Dios tiene la razón.
Como soy tan escéptico termino conciliando o callándome cuando veo la imposibilidad de arribar algún tipo de acuerdo con quien sea que sostenga una conversación o debate, cual sea el tópico.
Con los años voy aprendiendo a verme en perspectiva y, en consecuencia, a valorar la perspectiva de mis interlocutores, tratando de aprender un poquito más de las escenas o de los escenarios de los cuales participo.
Es el caso del levantamiento de Punta Catalina que, al decir del Gobierno, es un “100 % energía dominicana, con los más altos estándares internacionales”.
Las autoridades nacionales defienden este avanzado proyecto energético en elementos francamente controversiales: su costo comparativo sigue siendo bajo, es decir respecto a otros proyecto de igual naturaleza y magnitud construidos en otros países, pero igualmente cuando se presenta el tema sobre la contaminación por el uso del carbón mineral, se la defiende por la cuestión de la tecnología empleada, su abundancia y lo barato, y finalmente se defiende el proyecto por sus aportes a la producción de energía a bajo costo. Si ese es el cuadro, las ventajas están por encima de las desventajas.
Ignoro si Dios tendrá la razón en este caso, como me responde mi amigo el francés ante mis desacuerdos.
Sí estoy convencido de que a medida que avanzamos en el tiempo sobresalen informaciones y datos que conducen a razonamientos más objetivos, por encima de las apreciaciones o valores subjetivos.
*Por Ángel Barriuso
