Nicolás Maduro se ha convertido en una vergüenza para el sistema democrático de América Latina y ha querido usurpar de manera descarada poderes que no le han sido conferidos.

Ha boicoteado las elecciones a gobernadores y a alcaldes que debieron celebrarse el año pasado, en el entendido de que las perdería de manera abrumadora al no contar con el respaldo popular.

Le ha quitado las atribuciones a la Asamblea Nacional, utilizando a una Suprema Corte de Justicia (Tribunal Supremo como se le llama en Venezuela) que hasta intentó abrogarse la capacidad de legislar.

Desconoció de manera descarada la solicitud de convocatoria de un Referéndum Revocatorio, pese a que los promotores de esa iniciativa obtuvieron más de cinco veces la cantidad de firmas requeridas.

Anunció recientemente que armaría a más de 500 mil civiles para enfrentar a una oposición que ya está siendo reprimida por el oficialismo cuando se manifiesta en las calles contra todas las atrocidades del régimen de Maduro.

Las fuerzas gubernamentales son responsables de la muerte de al menos 26 personas en las protestas opositoras, sus principales adversarios políticos están presos o pretende impedirles que se postulen a cargos congresionales.
Maduro también ha perdido el respaldo popular y así lo demuestran las últimas elecciones, sondeos o manifestaciones públicas.

Ahora se despacha anunciando que convocará una Asamblea Constituyente para crear una nueva Constitución, cuando ha desconocido hasta la saciedad la vigente que fue promovida por su antecesor Hugo Chávez.

Los venezolanos merecen vivir en democracia, derecho que Maduro se ha empeñado en negarles.