Van Der Horst plantea empresas de RD piensen instalarse en Haití

Van Der Horst plantea empresas de RD piensen instalarse en Haití

Van Der Horst plantea empresas de RD piensen instalarse en Haití

Santo Domingo.-Al analizar el crecimiento de nuestras exportaciones de los últimos 10 años, a simple vista podemos sentirnos satisfechos.

Llegamos a sobrepasar, por primera vez en toda la historia económica dominicana, sin discriminar que sea bajo el régimen de zonas francas tradicionales o no tradicionales, los 10 mil millones de pesos, según cifras del Centro de Exportación e Inversión de la República Dominicana (CEI-RD).

Las cifras de exportaciones por sí mismas no reflejan los niveles de calidad, de productividad, de competitividad y, mucho menos, de sostenibilidad de la producción local. Ni tampoco reflejan un indicador directo que pueda asociarse con el desarrollo humano ni mucho menos con las metas de reducción de la pobreza.

Se sabe que de manera histórica muchas de esas exportaciones han sido fruto de la venta de productos primarios y, sobre todo, de materias primas como los minerales.

Pero cuando analizamos cuan frágil y poco sustentable es el perfil de los mercados, nos damos cuenta que aún hay una altísima dependencia de los Estados Unidos, y que desde unos años acá, prácticamente de la noche a la mañana, Haití se ha convertido en el segundo “socio” comercial de RD. Se estima en casi un 15%  las exportaciones totales formales y, bajo la informalidad, puede llegar a un 20%.

A simple vista, el mercado haitiano, de casi 11 millones de habitantes, puede verse como una gran oportunidad.

Caso del empresariado

El tema es que el sector empresarial nacional como la clase política, no se están dando cuenta que este aumento de las exportaciones no ha sido fruto de ninguna estrategia comercial definida, ni mediante mecanismos formales como tratados de libre comercio, ni como parte de una estrategia de clústers industriales, ni de la institucionalidad haitiana.

Ha sido fruto de una demanda extraordinaria suscitada desde el nefasto terremoto del 2010 y el deterioro de su capacidad nacional, unido a un aumento de los ingresos provenientes de ayuda internacional.

Un acuerdo de libre comercio entre dos o más países requiere de la voluntad no solo política, sino privada de ambas naciones.

No basta con que un país de manera unilateral proponga ese acuerdo, se necesita el deseo del otro país.

Un ejemplo ilustrativo es que por años la República de Colombia, país al cual le debemos un trato generoso, ha venido, agresivamente, solicitando un TLC con RD, a todos los niveles.

La posición, aunque diplomática, siempre ha sido la negativa del aparato productivo nacional.

De hecho, ante cualquier intento de apertura hacia otro acuerdo de libre comercio el sector privado ha dicho que hasta que no se aumenten los niveles de competitividad la RD no debería sostener ningún acuerdo de libre comercio con otra nación, a menos que no sea con Haití.

¿Y por qué con Haití si y Colombia no? Sencillamente porque Colombia tiene capacidad de penetrar nuestro mercado y competir con nuestras industrias.

Y eso no es un pecado, muchos países, incluso con decenas de acuerdos de libre comercio, como México y Brasil, protegen sus industrias y hasta subsidian las exportaciones.

 Realidad de Haití

Haití se encuentra en un estado pre-industrial y su estrategia es clara. Tienen un mercado y así sea pleno siglo 21, están poniendo en marcha las políticas de industrialización por sustitución de las importaciones, creando industrias nacionales con capitales extranjeros que luego del terremoto se muestran dispuestos a invertir y arriesgarse en el país para generar los empleos necesarios.

Y están dispuestos a cualquier argumento para protegerse y cerrar el paso a productos más competitivos, así como lo hicimos nosotros de los años 60 hasta los 80, cuando noqueríamos abrir nuestras fronteras a nadie.

Si queremos ser parte del pastel de Haití y de su crecimiento, entonces seamos proactivos, y en vez de pensar en el sofisma de las exportaciones, pensemos en internacionalizar nuestras empresas abriendo plantas en ese país.

Así generamos empleos que no tendrán que venir a nuestras esquinas a mendigar, movemos el capital de paraísos fiscales o renta fija hacia valores productivos, y ayudamos a mejorar sus condiciones de vida a la vez que generamos riquezas, y, sobre todo,fortalecemos su institucionalidad, para que algún día, y ojala no tome 3 décadas, podamos pensar en un TLC con Haití.

El autor es director ejecutivo del Consejo Nacional de Competitividad.



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