Una agradable sorpresa

Una agradable sorpresa

Una agradable sorpresa

Hugo López Morrobel

Llama la atención los piropos que lanzó el baloncestista Karl Anthony Town, estelar de los Timberwolves de Minnesota, sobre el orgullo que siente de sus raíces dominicanas.

A pesar de ser un “muchacho” de apenas 22 años, que ya se perfila como una de las tres grandes estrellas de la NBA en los próximos dos años, habla como un hombre de experiencia consumada.

Llama la atención de sus pronunciamientos, el orgullo que dice sentir por todo lo nuestro, recordando insistentemente que su madre le inculcó ese amor por todo lo dominicano.

Y otro punto que lo demuestra es que Karl afirma que no olvida a quienes desde su paso por el amateurismo le ayudaron a ser parte de lo que ha logrado como jugador, citando entre otros a Michael Martínez, Francisco García, Edgar Sosa, Juan Coronado y Manuel Fortuna, entre otros.

Estamos pues ante un jugador de primer orden en el mundo, con un concepto claro de la dominicanidad, aunque pudiese estar proclamando, porque lo puede hacer, que es estadounidense y obtener mayores beneficios económicos.

Ese ejemplo de humildad de Karl Anthony Town debe servir de ejemplo a muchos criollos que cuando escalan una posición cimera en cualquier actividad hasta reniegan de sus raíces, porque cuando tienen que definirse agachan la cabeza como un avestruz, quizá producto del famoso complejo de Guacanagarix que todavía nos persigue.



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