Apenas el lunes pasado nuestra nota editorial rezaba textualmente en uno de sus párrafos lo siguiente: “El Gobierno haitiano no actúa con transparencia ni prudencia, ni honorabilidad en sus relaciones con el Gobierno dominicano”.

Tan pronto tuvo una nueva oportunidad de mostrarse como tal, lo hizo, no dejando lugar a dudas ni siquiera ante los ojos de autoridades dominicanas que se resistían a aceptar lo evidente.

El mismo Gobierno haitiano se evidenció como promotor de la marcha hacia la embajada dominicana que terminó en una grosera agresión violenta a las instalaciones del consulado en Puerto Príncipe, en la que lanzaron piedras y penetraron a la propiedad luego de romper y quemar el lienzo patrio dominicano.

Dice el Ministerio de Relaciones Exteriores y Cultos en un comunicado que el Gobierno autorizó la marcha contra el “odio y la barbarie”, pero se intenta lavar las manos con una declaración de “condena” a lo que ellos llaman “pequeño grupo que burló la seguridad de los organizadores” para propiciar el ataque.

El Gobierno haitiano, además de propiciar la marcha que terminó en agresión, intenta ofender la inteligencia de los dominicanos. ¿Es rol de un Gobierno dizque amigo el propiciar marchas contra la embajada de un país, cuya sede diplomática está obligada a proteger?

¿Hay que ser clarividente para imaginarse que degeneraría en violenta una marcha en Haití (tan proclive a las manifestaciones violentas) con esas motivaciones abiertamente antidominicanas y apoyada por el Gobierno?

La Cancillería de la República Dominicana hizo lo correcto en pronunciarse como lo hizo, evidenciando la irresponsabilidad del Gobierno de Haití.

El agravio del Gobierno haitiano a la República Dominicana, por demás, se produce justo el día en que el país celebraba el natalicio de Matías Ramón Mella, un Padre de la Patria que jugó un rol protagónico en la gesta de la independencia del país, de la que además hoy celebramos un nuevo aniversario.