A muy poco debe sorprender la victoria relativamente fácil que obtuvieron los Warriors ante los Cavaliers en la final de la NBA.

Desde que inició la temporada se veía un equipo “intratable” con la entrada de Kevin Durant, un jugador que promedia más de 30 puntos por partido, como lo demostró en todo el trayecto de la temporada.

Y lo lógico era pensar que si los Warriors sin Durant le dieron muchísima carpeta el año pasado a los Cavs, llevando la serie al máximo de siete, ahora con esta inclusión no había nada que buscar.

Los Warriors deben constituirse en la “dinastía” por años, si mantienen unido a ese grupo y adquieren a uno que otro jugador donde tienen algún tipo de debilidades.

Hay que destacar que Stephen Curry y Durant construyeron una dinámica que no pudo ser detenida por LeBron James, a pesar del formidable esfuerzo que ejecutó durante toda la serie.

Desde ya se puede afirmar que salen favoritos para retener el título el próximo torneo.

Cuando las casas de apuestas de Las Vegas dan un amplio favorito, como sucedió con los Warriors, es muy difícil que fallen, porque nadie pone en juego tantos millones.