Un poco de política

Un poco de política

Un poco de política

Miguel Febles

Como los periodistas, a veces me considero con las condiciones para hablar o escribir de cualquier cosa, hasta de política.

Escribo en estos términos porque los políticos profesionales tienden a guardar las interioridades de su oficio con celo masónico y a veces reprochan con acritud la impericia, la falta de formación o el atrevimiento de quienes se meten en sus asuntos sin la debida iniciación.

En un artículo anterior he escrito que la política, por lo menos en el sentido positivo (práctico si se quiere), es el oficio del Poder. Y así, a ojo de diletante, veo tres vías para ese ejercicio del poder: el dinero o posesión de las cosas, la fuerza bruta y el carisma.

Desde la administración del Estado es posible aprovechar los tres factores con cierta impunidad; desde la oposición, dos: el dinero de las élites económicas (y, como consecuencia, sociales) y el carisma.

El perfil de las élites dominicanas tiene peculiaridades originadas en particularidades históricas. La falta de una oligarquía firme y en posesión del control social desde los días de la Colonia hasta el siglo XXI, ha permitido a los sectores bajos y medios el aprovechamiento de la política como vía de realización material, social y política (posesión de las cosas, importancia y poder) desde los años finales del siglo XVIII.

Donde la oligarquía tiene un perfil definido y la posesión de los canales del poder, el aparato del Estado suele estar al servicio de sus intereses.

Cuando es débil, puede ser puesta a un lado, como ha ocurrido aquí con la unificación de la isla bajo la bandera del Estado haitiano, con la quiebra mundial de los años 20 del siglo pasado y ahora, cuando se ha debilitado por falta de visión, flexibilidad y destreza ante los cambios del mundo reflejados en la sociedad dominicana.

Sobre la base de un esquema como el planteado en las líneas precedentes, me arriesgo a escribir que la política nuestra, la del siglo XXI, se parece como un huevo de gallina a otro huevo de gallina, a la que siguió a la consolidación de la restauración de la República con la salida definitiva de Buenaventura Báez del poder.

Igual que en aquellos años, el capital extranjero se integra sin dificultad por la falta de una élite económica posesionada de su rol, capaz de infundir en la sociedad el sentimiento de seguridad material a largo plazo, su capacidad para arbitrar con reglas de juego claras y estables y el sentido de la decencia.

Igual que en aquellos años, la política puede teñirse de rojo, de blanco, de morado o de verde y seguirá siendo lo mismo: un motor, el más eficiente y libre de riesgos personales -por cierto- para la realización social de las clases media, media profesional y media baja.

Si algo como esto está ocurriendo hoy día, no es casualidad; pero ahora me salgo, porque ya lo he dicho: me resulta difícil hablar y escribir de política…



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