Hace ya algunos años me encontré en la bella ciudad de Puerto Plata, al norte de la República, con mis amigos Gisela y Frank Moya, quienes almorzaban en un restaurante de allí, y yo que andaba trabajando con mi pequeña tropa de camarógrafos, cámaras y técnicos, de inmediato les conté con gran excitación -y hablando hasta por los codos- que venía de la hermosa quinta victoriana del general don Bubú Limardo, donde se había firmado la salida de las tropas de ocupación norteamericanas en el año 1924, agregaba datos que hacían sonreír al brillante historiador dominicano y cuando terminé de hablar me dijo con una mirada brillante, “te embromaste Soco, la historia es como un vicio del que ya no te librarás”.

Y así ha sido. Busco en la historia la cultura, el destino, las costumbres de los pueblos, sus tradiciones e identidades cuando se trata de América o el Caribe al que pertenecemos, los ancestros taínos, españoles y africanos son identidad común en los pueblos americanos y el Caribe, su imaginería repleta de leyendas y mitos nos identifican y en su cotidianidad, día a día, encontramos las respuestas de porque somos como somos, desde donde nos llega esta inquietud común de solidaridad y encuentro. Conocer la historia y la cultura de los pueblos nos hace más conscientes y orgullosos de nuestra identidad, de ahí la necesidad de trabajar más la educación y la cultura.

Nuestra isla tiene un clima maravilloso y tierras prodigas en riquezas naturales, realmente es un lugar de privilegio para trabajar y vivir en paz.

Empecemos a vivir como isleños, no como europeos, norteamericanos o asiáticos, sino como lo que somos ¡caribeños! de cara al mar, supuestos a vivir vestidos con pocas ropas de frescas telas de algodón o lino, no enfundados en trajes y sacos oscuros – como sepultureros bajo el sol ardiente- vientos frescos, lluvias repentinas, huracanes, y ciclones, seamos isleños con los pies sobre la tierra amada, asumiendo nuestras realidades, luchando y progresando a diario con orgullo y dignidad.