Trabajador, digno y honrado

La dignidad del pobre fue legendaria entre los dominicanos. El trabajo constituía un orgullo, mientras que el pedir se tenía como una vergüenza.

Se tenía como un predicamento que una persona saludable debía conseguir el sustento con el sudor de su frente.

Eso, que durante mucho tiempo fue característica del dominicano, se ha ido perdiendo.

Las esquinas de las principales avenidas están repletas de personas pidiendo.

Los “limpiavidrios” asedian a los conductores pidiendo.

Los “pica picas” se han reproducido como la hiedra y ya ni las funerarias se les salvan.

En las calles abundan los “parqueadores” en plena vía pública

El Estado está lleno de personas recibiendo un salario sin trabajar.

La cultura de “pedir” o de “cobrar sin trabajar” se expande de tal manera que daña el espíritu tesonero que ha caracterizado a los dominicanos.

Eso es solo refiriéndonos a lo “chiquito”, porque también se expanden los que por su vocación de hacer fortunas sin ganárselas honradamente han privado al país del desarrollo que pudo haber evitado la proliferación de lo señalado en principio.

El dominicano ha sido, en esencia, un pueblo trabajador, digno y honrado.

Esa característica debe distinguirnos en cualquier circunstancia.