¿Todavía es percepción?

¿Todavía es percepción?

¿Todavía es percepción?

La voz ahogada en llantos, casi ininteligible y represada por el espanto al otro lado del teléfono, me sorprendió mientras conducía por la avenida John F. Kennedy. En principio sólo entendí la expresión “tío, ven”, que, más que una pronunciación, parecía un torrente de miedo verbalizado.

Era mi sobrina Lía. Acababa de ser lanzada al pavimento y arrastrada por dos desalmados que zarandearon su fragilidad y su indefensión para arrebatarle la cartera en una calle concurrida, con gente que esperaba transporte, que lo ofrecía o que realizaba ventas callejeras.

Todos los testigos del atropello se limitaron a ser espectadores y nadie se aproximó para ayudar a levantarla, ni siquiera después de la huida de los malnacidos delincuentes con su botín en las manos sobre una moto anónima, veloz y estruendosa.

Tres semanas antes, mientras caminaba por la calle Francisco Díaz Ordóñez, en el ensanche Julieta, un transeúnte se le aproximó mostrando una pistola. La retuvo pisándole un pie con presión y la hizo abrir su cartera. Al percatarse que nada había para robar la dejó a marcharse a condición de que lo hiciera en silencio.

Cuando llegué a socorrerla, la encontré en medio un ataque de nervios y custodiada por una señora del vecindario que la había acogido en su casa, donde le dio a tomar agua y la consoló. La doña es una maestra, de esa gente buena que aun nos quedan.

No quiero repetir los denuestos e imprecaciones lanzados por Lía contra el país mientras seguía llorando en mi vehículo en el trayecto hasta la Policía. Mi instinto rectoral y corrector se apagó. No tuve voluntad para responderle. Sólo la escuché y la entendí.

Víctima de dos atracos en menos de un mes, se preguntaba impotente: ¿Cómo es que uno tendrá que vivir aquí? En el Palacio de la Policía, en la sección de atención al ciudadano, el oficial de turno terminó de desplomar la pizca de ánimo que podía quedarle: “Agradece a Dios que estás viva”, dijo con evidente impotencia.

Mientras escribía estas líneas me enteré que había muerto Jeffry Jorge Ditrén Rodríguez, de 26 años, baleado en la cabeza en abril durante un atraco en la calle. Me pregunto si esto seguirá siendo percepción para quienes con nuestros impuestos están bien provistos de seguridad, escoltas, carros blindados, casas amuralladas, con nulas posibilidades de sufrir las tragedias aquí citadas.



Victor Bautista

Máster en Dirección de Comunicación OBS/Universidad de Barcelona. Egresado de la UASD como licenciado en comunicación. Ha sido alto ejecutivo de medios impresos, de TV e internet. Actualmente es socio director de Mediáticos Consultores de Comunicación.

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