“Tía, aquí hay minutos”

Refugiada en mi hogar y sentada en la mecedora que perteneció a mi abuelo, he pensado con tristeza en los graves problemas que azotan el país y el mundo.

Sin embargo, escuché una canción y no pude evitar sonreír al recordar las ocurrencias de mis sobrinas Rosalina, Sandra y Mary Estévez. ¡Son brillantes pero tremenditas!

Saben que soy una romántica incorregible y que el mar de sentimientos se desborda cuando oigo música romántica, tierna, que hablen de amor y desamor.

De hecho, cuando estoy sola no puedo escucharla, porque las lágrimas corren por mis mejillas.

Sin embargo, cuando estoy acompañada, entre familia y personas de mis afectos, al oír mis canciones favoritas, las canto, cierro los ojos y suelo decir en alta voz “que belleza, me encanta esa canción”. Es el momento en que mis traviesas sobrinas entran en acción.

Suelen extenderme su celular y decir “tía, aquí hay minutos”. “Si usted quiere hacer una llamada, hágala sin problema y sin límite”.

Y la otra vocea desde lo lejos “yo también tengo minutos, tía. Podemos dejarla sola en el salón”, y la otra agrega, “la autorizo a portarse mal. No le dé mente a nada”. ¡Tan lindas, mis sobrinas!

Eso lo hacen con frecuencia.

Lo que más disfruto es la seriedad, solemnidad y respeto con que hablan y extienden el celular. Como si se tratara de algo muy importante.

El que observa a estas tres exigentes profesionales (ingeniera, médico, administradora de empresas) en sus escenarios de trabajo, jamás se las imaginarían en ese rol, motivando a su tía a desinhibir e con picardía.

¿Qué hago con estas sobrinas tan tremenditas? Tengo la fama de ser templada, sobria. Hay quienes piensan que en una etapa de la vida me paralicé. En cierto sentido tienen razón.

Dejé de ser la jovencita coqueta, pícara, ilusionada y me convertí en una adulta que ni yo misma sé definir.

Ahora en el otoño de mi vida, mis sobrinas me invitan a que vuelva al verano, a la juventud, a que no le dé mente a mis acciones, que haga realidad mis añoranzas y sueños, que llame sin temor a quien desee, que abra la puerta de mi corazón y deje que “esa presa” bote el agua acumulada. ¡Imagínense, a esta altura del juego!

Sobrinas queridas, gracias por ofrecerme “los minutos” de su celular para hacer llamaditas que descarguen mi alma, que despejen mi espíritu, pero con tía no hay nada que hacer. Además, debido a los efectos del huracán, la atmósfera todavía sigue cargada y hay tantas interferencias que no hay forma de que las llamadas se oigan bien.