La tecnología ha facilitado tantas buenas comunicaciones; familias y amigos ahora están más cerca, a pesar de estar físicamente lejos, y otras familias se han formado gracias a esos mismos avances.

Sin embargo, como no todo es positivo, también tenemos que decir que el internet y los diferentes tipos de comunicación a distancia también tienen su lado oscuro.

Desde siempre ha existido el espionaje y el acoso, pero ahora estas facilidades lo hacen más fácil, valga la redundancia. Más personas, en diferentes edades, están reportando en todo el mundo que son acosadas, ellas mismas o familiares suyos, por personas que no conocen.

En estos días he estado en contacto con un caso en particular. Una mujer fue acosada por otra que asegura tener una relación sentimental con el esposo de la primera. Tras unos meses de llamadas telefónicas en las que la acosadora describía situaciones y vivencias, la primera mujer podía corroborar, las llamadas cesaron por un tiempo.

Transcurridos unos meses, la comunicación empezó nueva vez, pero en esa segunda etapa, los medios electrónicos fueron el camino para encontrar a las hijas adolescentes de la primera mujer.

Las historias empezaron con similitudes sobre el padre de ellas. Ahora el resultado es más devastador porque un adolescente no tiene ideas claras de cómo actuar o qué sentir mientras su familia se descompone.

Encontrar y detener estos acosadores es una tarea casi imposible. He podido corroborar, tanto en la República Dominicana como en los Estados Unidos, que aunque existen leyes que condenan estos actos, lograr la tranquilidad de las personas acosadas toma tiempo y mucho sufrimiento.

Lo más seguro es mantener un bajo perfil en las redes sociales para que los acosadores tengan menos la información disponible.