Santo Domingo.-A treinta años de ser escenificada en el país una de las óperas más representadas en la historia de la música lírica mundial La Bohème, se exhibió el miércoles en la sala principal del Teatro Nacional con gran y loable acogida del público.
La Bohème, con música del maestro Giacomo Puccini, describe el ambiente y la vida de París de esa década de forma magistral, musicalmente hablando.
La ternura
Esta aclamada ópera, con personajes palpitantes de dolor y ternura, con el reflejo vivo de un universo con claroscuros cargados de miserias y alegrías, presenta un amor eterno, con altas y bajas, encuentros y desencuentros de los corazones de Rodolfo y Mimi interpretados por el tenor Adam Diegel y la soprano Cynthia Lawrence.
Cuando una ópera logra traspasar las estructuras de la historia con la simbiosis perfecta de la música y su interpretación, con movimientos contenidos y coreográficos de los intérpretes, podemos decir que estamos ante una obra maestra.
Sin embargo, aunque la calidad musical de los intérpretes es soberbia e incuestionable, con un trabajo actoral marcado en gesticulación y expresividad, es importante destacar que había un desbalance del elenco.
Las altas y bajas de Lawrence, quien maneja de forma exquisita su voz opacaban al resto del elenco, entre ellos el tenor Adam Diegel y la soprano dominicana Paola González (Musetta), quien, en esta ocasión, no estuvo a la altura del resto.
También es importante destacar la fuerza histriónica del bajo Evan Boyer como Colline; el barítono Thomas Gunther como Schaunard; el barítono Luis Ledesma como Marcello, voces espléndidas cargadas de seguridad y precisión en cada acto ejecutado.
En definitiva, La Bohème desprendió una eficaz mezcla de comedia y tragedia, afortunada combinación de sonrisas y lágrimas. Un espectáculo que no debería tardar 30 años en volver a ser presentado.
Ambientación
Sin duda, la puesta en escena es una historia de seducción y enamoramiento, de celos y arrepentimientos, de pobreza y de muerte.
Escenificada en una mísera buhardilla o en las calles nevadas de París.
Hay que destacar que el trabajo escenográfico del maestro Fidel López, con ese sello distintivo, recreó un escenario lleno de vida y sentimiento, ambientación que trasladó al público al umbral de la época.
Dirección musical
Su batuta es más que conocida. No se esperaba menos. La dirección del maestro José Antonio Molina fue armónica y estética en cada uno de los actos presentados esa noche.