Sociedad dominicana, ¿a dónde vamos?

Sociedad dominicana, ¿a dónde vamos?

Sociedad dominicana, ¿a dónde vamos?

En la actualidad no es posible tener certeza de hacia dónde vamos.

Zygmund Bauman, prolífero, sociólogo polaco recientemente fallecido, refiriéndose a los momentos actuales de la sociedad global ha sostenido que “en este tiempo puede ocurrir todo o casi todo”, por lo que entiende que predecir la dirección hacia la que nos movemos “es irresponsable y engañoso” (2014).

Por eso en este artículo sólo intentamos el esbozo de las que a nuestro juicio son las tres perspectivas posibles de nuestra sociedad actual.

La primera sería la continuidad de la realidad vigente. Sería la continuidad del modelo de sociedad caracterizada por su opacidad, sus graves males, sus contradicciones y su falta de oportunidades.

Sería la permanencia y profundización de la corrupción, violencia y crímenes que revelan un gran déficit ético en nuestra sociedad.

En este contexto los disgustos, la inestabilidad e ingobernabilidad social y política estarían a la orden del día, y la instalación de un régimen de fuerza sería algo viable.

Pero si bien hablamos de continuidad, habría que decir que nuevas condiciones podrían darse: el ascenso de la conciencia ciudadana, de los niveles de organización y de poder (capacidad de influir en personas y contextos) por parte de un amplio conglomerado poblacional.

Esta condición y lo alcanzado en la lucha contra la corrupción, forzarían al Estado/gobierno a tomar en serio hacer concesiones importantes a una diversidad de sectores.

La segunda perspectiva refiere a un estallido o “poblada” cuyos efectos serían de lamentar por todos, pero principalmente por los que más tienen que perder.

Esta perspectiva podría ser producto de la profundización de la primera.

Esta segunda posibilidad podría tener como motor la existencia de una amplia inconformidad en relación al pedido de justicia para los corruptos y de fin de la impunidad, y también, en relación a la conducta de la gerencia patronal orientada a dilatar conquistas salariales.

Esta perspectiva tendría como fase preliminar amplias jornadas de protestas en espacios urbanos e interurbanos.

Cierto es que una situación explosiva como la señalada debería encontrar al país dentro de una crisis económica marcada, pero no se debe perder de vista que los tiempos de “vacas gordas”, que al decir de algunos se viven hoy, están acompañados de una alta deuda pública, de un alto déficit fiscal, de obras paralizadas o a medio terminar, de deudas con suplidores, de millonarias deudas por parte de numerosas instituciones públicas, de morosidad en el pago a ingenieros contratistas.

La tercera perspectiva podría ser la que condujera a un pacto por el bienestar y el adecentamiento social. Pero un pacto sin “borrón y cuenta nueva”. Sería el umbral de un período de cambio social.

Implicaría importantes reformas institucionales y una renovación en la mentalidad de las clases dominantes de la nación.

En ella deberá mejorar sensiblemente la atmósfera moral de la sociedad. El contexto que supone esta tercera perspectiva se haría factible mediante una sólida articulación de fuerzas y esfuerzos de los más variados sectores victimizados por el presente modelo de sociedad y mediante un amplio proceso de toma de conciencia, organización y construcción de poder (desde abajo) por esas fuerzas.

Esta perspectiva que es a la que deberían aspirar las fuerzas más sanas y responsables del país, supondría dar una mayor apertura al nuevo liderazgo joven, priorizar una educación promotora del pensamiento crítico, así como un significativo mejoramiento en la calidad de vida del pueblo dominicano.

Dentro del actual malestar ciudadano algo importante es saber hacia dónde vamos.

Sin embargo, estas reflexiones sobre perspectivas sociales no sólo pretenden exponer posibles rumbos, sino también prevenir para actuar y actuar bien.



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