Sociedad civil, Estado y empresa

Sociedad civil, Estado y empresa

Sociedad civil,  Estado y empresa

José Mármol

Hay tres sectores relevantes en la vida de una nación, que deben armonizar sus intereses y sus modos de operatividad a fin de alcanzar el objetivo común por excelencia, que es el de generar riqueza y bienestar social, para beneficio de todos, todos los individuos que componen la población.

Esos tres sectores son: el público, representado por el Estado; el privado, representado por el empresariado (grande, mediano, pequeño y micro), y el de la sociedad civil, representado por todas las entidades que trabajan en favor del bien común sin fines lucrativos. Por esta razón a la sociedad civil se le denomina “tercer sector”.

Las empresas tienen un rol fundamental en la incidencia en materia de políticas públicas en beneficio del bienestar social común. No es cierto el alegato de que solo procuran el logro de sus intereses particulares.

No hay empresas exitosas en sociedades fracasadas. El empresariado es consciente de que la mejor forma de alcanzar impacto social profundo a través de sus estrategias de Responsabilidad Corporativa y de Sostenibilidad Económica, Social y Medioambiental es por medio del fortalecimiento de su vínculo con la sociedad civil organizada y las instituciones del Estado.

Este vínculo es triplemente virtuoso, porque hace más fuerte a la empresa, dado que favorece su entorno social, alineándolo a sus objetivos de negocios; hace más fuerte al Estado, por cuanto sus políticas públicas obtienen consenso y afianzamiento democrático; y hace más fuerte, por último, a la sociedad civil, dado que su accionar se transforma en equilibrio de intereses, en inclusión social y en crecimiento económico y humano de amplias capas de la sociedad.

De igual modo, las entidades fundacionales, las ONG y otras organizaciones no lucrativas están cada vez más abocadas a la construcción de una relación de confianza y de cooperación con el empresariado y con los organismos públicos, a fin de mejorar las condiciones de producción y de vida de los ciudadanos de escasos recursos económicos o con algún tipo de discapacidad física o mental, así como fortalecer las instituciones democráticas.

La sociedad civil está desafiada, a causa de la crisis económica mundial, la inseguridad ciudadana y el incremento de la pobreza, a lograr un mayor equilibrio en los intereses del bien común y de las iniciativas empresariales privadas e iniciativas públicas, de modo que se pueda generar “valor compartido”.

El tejido social que garantiza la estabilidad, el progreso económico y la paz democrática en nuestras naciones tiene como madejas esenciales a estos tres sectores.

La ciudadanía corporativa solo puede crear valor compartido si se armonizan los intereses del empresariado, del sector público y de las organizaciones que integran la sociedad civil.

Es la forma idónea para que las empresas privadas puedan incidir sobre el trazado de políticas públicas en favor del equilibrio social y del progreso.

De extraordinaria importancia, en este sentido, resultó el XII Encuentro Iberoamericano de la Sociedad Civil, celebrado en Puebla, México, del 12 al 15 de este mes de octubre de 2014, que a su vez sirvió de marco para la celebración de los 25 años del Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi), una entidad icónica en el ámbito de la relación empresa y sociedad.

Su tema central fue “Nuevos roles y expresiones de la Sociedad Civil”, y se dieron cita allí representantes de gigantescas y pequeñas empresas de Iberoamérica, jóvenes emprendedores, fundaciones humanitarias y corporativas, ONG, autoridades de Gobierno, incluyendo al presidente mexicano Enrique Peña Nieto, quien inauguró los trabajos, entre otros. Se demostró que existe una creciente cercanía entre estos tres sectores interdependientes de la sociedad.



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