Sin bosques y sin agua

Sin bosques y sin agua

Sin bosques  y sin agua

Los incendios forestales que han causado estragos en varias zonas del territorio nacional nos mueven a profundas reflexiones.

¿Son esos fuegos producto de las variaciones climáticas propias de la temporada que año tras año, rutinariamente, afectan a esta parte del planeta, o son acaso, como no pocos afirman, la trágica consecuencia de acciones ejecutadas deliberadamente por manos criminales?

Cual que sea la respuesta, tiene que venir acompañada de acciones contundentes, responsables e inteligentes que arrojen resultados positivamente efectivos, proporcionales a los daños provocados a la salud, a la economía y a la estabilidad social.

Si se trata de fenómenos naturales habrá que hacerles frente como en cualquier otro lugar azotado por catástrofes de esa índole.

Si los incendios son producidos, en cambio, con fines ulteriores de carácter político o con fines terroristas, toca a las instancias oficiales, judiciales y administrativas, aplicar la ley con el mayor rigor posible.

Pero hay otras maneras de lastimar el medio ambiente y dañar los bosques, contra las cuales las autoridades hacen poco esfuerzo para ponerles fin. Son ellas la extracción de arena del cauce de los ríos, la deforestación con el fin de producir carbón vegetal y la tumba de árboles para hacer conucos.

La indiferencia o complicidad oficial que permite ese tipo de desafueros nos conduce a un doble perjuicio, porque nos deja sin bosques y sin ríos.

¡Tremenda herencia que le estamos dejando a la generación que nos sigue!



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