Los atletas dominicanos son los mejores del mundo.

Si le queda alguna duda al respecto, fíjese en los resultados que obtienen en las canchas cuando se les otorgan los recursos técnicos y económicos adecuados.

Pero sin que se les dé respaldo, también sacan de abajo, y en muchos casos también obtienen triunfos extraordinarios.

Y es que cuando logran objetivos reservados para atletas de naciones desarrolladas, hay que colegir que los nuestros son verdaderos fenómenos.

Y no es una simple percepción, es producto de resultados tangibles, reales, que se traducen en triunfos.

La mejor muestra de la calidad incuestionable de los atletas dominicanos lo constituye la selección nacional de voleibol femenina de mayores, que desde hace varios años ocupa los primeros lugares del ranking mundial.

Pero los resultados del voleibol, si bien obedecen a la extraordinaria calidad de las atletas, también tienen un fuerte componente en el trabajo técnico y los recursos económicos con que cuentan.
Si esa inversión se ejecutara en otras disciplinas, el deporte dominicano fuera potencia mundialista, pero lamentablemente las autoridades y una buena parte del empresariado, que en una época respaldó esa actividad, no creen en ella y parece que les importa un carajo. Así no se llega ni a Sabana Perdida.