Una vista de lo que acontece en torno a la navidad en nuestra sociedad nos conduciría a pensar que es una fiesta para consumir en gran medida. Comienza en el llamado Black Friday y termina con los regalos de Reyes.

Como combustible para dicha fiesta se cobra un doble sueldo y muchas compañías pagan bonos extraordinarios.

Se estimula el comercio mediante precios reducidos y la duplicación de la capacidad del gasto familiar, se reparten canastas y cajas, se celebran fiestas grupales y por supuesto se compra gran cantidad de comida y bebidas que usualmente no se consumen en el resto del año. Eso es la navidad dominicana.

Existe otra Navidad, celebrada por pocos en medio de tanta bulla y atascos de tráfico.

Es la participación de Dios en nuestra humanidad, Dios que acampa en medio nuestro, como ser humano, hijo de María. Es la puerta de entrada a la Redención.

La posibilidad de dialogar con el Dios viviente en su Evangelio. Es el llamado a la conversión desde los pobres.

En la Navidad, la verdadera, aprendemos a despojarnos de lo superfluo, justo lo opuesto de la navidad social, descubrimos que lo importante no depende de su valor monetario, de su oropel o el papel de regalo. Un niño nos ha nacido en un pesebre.

Es el Sol que nace de lo alto.

Los que quieran, sé que no serán muchos, tomen distancia de tantas tonterías y busquen la Navidad. No vale la pena aferrarse a lo que será basura y estiércol.