En esta semana hubo cuatro hechos que alteraron de manera muy sensible la tranquilidad nacional y pusieron en alerta los servicios de inteligencia de los cuerpos de seguridad del Estado.

Uno de ellos, el ataque al vagón de la línea de la segunda línea del Metro, y otro, el sabotaje a las torres de alta tensión de las redes eléctricas, que pudieron degenerar en una situación muy lamentable.

Aun así, se trata de dos episodios inéditos en la vida republicana.

Si a esos dos hechos le sumamos los ataques ocurridos en la cárcel de Najayo y la muerte de un agente policial en retiro en la cárcel de La Victoria, tenemos una situación que alteró el curso de la historia cotidiana del país y nos llevó a niveles alarmantes, incluso con una sensible repercusión internacional. Como país no podemos sustraernos a los niveles de violencia que crecen y dimensionan el temor en la región.

Todos estos episodios violentos son al mismo tiempo criminales.

El Gobierno dominicano, a través de los servicios de seguridad del país, tiene que emplearse a fondo para esclarecer y poner a disposición de la justicia los responsables directos y los que de manera intelectual resultaren vinculados.

El mensaje debe ser claro y contundente.